Repasamos brevemente los acontecimientos más determinantes en el quehacer manabita desde enero del 2016 hasta la fecha presente. Y anunciamos la publicación del primer análisis a cargo de uno de nuestros columnistas de opinión.

Desde hace 10 años (una década), enero es el mes con más profundo significado para nuestra REVISTA DE MANABÍ, porque abrió sus páginas al mundo el día 16 de aquel mes en el año 2016.

En ese lapso hemos experimentado el proceso de cómo lo enfrentó la provincia de Manabí (Ecuador), dedicándonos a conocer, difundir y promocionar las ideas y acciones destinadas a la preservación original del territorio y al aprovechamiento razonable de sus recursos para el desarrollo social de la población que lo habita.

Preservación territorial

Durante la década que termina el 31 de diciembre del 2025, la frontera oriental del territorio manabita, donde se halla el Cantón El Carmen, fue ampliada con la incorporación de la Manga del Cura, franja disputada entonces con las provincias limítrofes: Santo Domingo de los Tsáchilas, Los Ríos y Guayas.

Sucedió tras el pronunciamiento mayoritario favorable de los habitantes de la franja, consultados formalmente por el Gobierno nacional el 27 de septiembre del 2015. Pronunciamiento ratificado por la Asamblea Nacional de la República el 11 de abril del 2017.

Los moradores de la Manga del Cura se inclinaron a favor de pertenecer a Manabí.

Pero la preservación territorial ha flaqueado en lo referente a la buena conservación del ambiente natural, sustentado en los recursos agua, forestación, fauna y minerales. Se ha carecido de normas claras y precisas, y de voluntad política firme, para evitar actos depredadores y de sobreexplotación.

Desarrollo complicado

El componente social fue alterado sensiblemente por el terremoto devastador sucedido el día sábado 16 de abril del 2016, que dejó numerosos muertos y grandes daños materiales, afectando particularmente a las zonas urbanas de los cantones Pedernales (epicentro del sismo), Sucre (Bahía de Caráquez), Portoviejo y Manta.

En Manta, tras el terremoto del 16 de abril del 2016.

Luego, en 2020, llegó la pandemia COVID-19 que trastocó el comportamiento humano e infligió gravísimos daños a la economía.

En paralelo, el hecho de que las transacciones comerciales internacionales se hacen con el dólar estadounidense, de uso corriente dentro del Ecuador, acrecentó la utilización del suelo ecuatoriano para traficar drogas prohibidas.

Tales drogas las producen países vecinos, con moneda propia, razón ésta por la cual prefieren que sus envíos clandestinos a los grandes mercados de consumo en Norteamérica y Europa se hagan desde puertos ecuatorianos, entre los que consta el de Manta.

Y si a eso sumamos la opacidad del control aduanero en los puertos ecuatorianos, es fácil deducir porqué son ciudades portuarias las que concentran el accionar de quienes trafican los mayores volúmenes de alucinógenos.

En el caso puntual de Manabí, el manejo sin ley de los negocios turbios desbordaron todas las implicaciones delictivas que tal comercio conlleva, como la perversión a que son obligados muchos jóvenes: unos devenidos en drogadictos y traficantes, y otros en matones a sueldo.

Consecuencia de todo eso es la constante pérdida de vidas humanas, la mayoría en pleno desarrollo, entre las que destacan, por su relevancia pública y notoriedad, la muerte violenta del alcalde de Manta, la de la alcaldesa de San Vicente y la de quien buscaba liderar la gestión municipal de Puerto López.

Más grave aún es la penetración amplia del narcotráfico en la economía formal, generalizando la circulación monetaria fruto del narcotráfico. Por esto ya es bastante incierta la distinción entre negocios lícitos e ilícitos.

Deterioro social y falta de políticas correctoras

Lo descrito en líneas inmediatamente anteriores puede atribuirse, quizás, al deterioro del comportamiento humano social, carente o con educación defectuosa, presa fácil del deseo desmedido por obtener -a cualquier precio- bienes materiales o superfluos para ostentar en su entorno y más allá.

Aparte de faltar políticas gubernamentales claras y precisas, que además operen de manera oportuna y equitativa, para crear las condiciones necesarias de progreso y bienestar que favorezcan a todo el conjunto de la sociedad.

Positividad con reservas

Durante la década reciente hubo, con ciertas aristas discutibles, un flanco positivo del desarrollo social manabita, constituido por algunas actividades que mencionamos a continuación.

El aumento de la población; la todavía endeble diversificación de actividades productivas; la presencia de grandes comercios con modalidades importadas; el auge urbanístico privado que favorece a segmentos poblacionales de niveles económicos medio bajo, medio, medio alto y alto.

Así mismo, el impulso tomado por las artes y los deportes; la renovación y fortalecimiento de unas cuantas entidades, como el núcleo provincial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

A ello hay que sumar el incremento de la oferta privada colegial y universitaria.

En el transcurso de la década observada también es relevante la construcción de algunas grandes obras de servicio público: el acueducto La Esperanza – El Aromo (que provee agua dulce a los cantones Jaramijó, Montecristi y Manta, además de riego para las zonas agrícolas que atraviesa); el Parque Las Vegas en Portoviejo; el Mega Parque Agustín Intriago en Manta; entre otras.

Vea el análisis de nuestros columnistas

Para un análisis más puntual y amplio, REVISTA DE MANABÍ propuso a sus frecuentes columnistas de opinión que, con ocasión de celebrar los 10 años de nuestro medio, analicen y escriban su propia percepción de cómo ha enfrentado la provincia de Manabí a la década que termina y cómo piensan que lo haría en la que sigue.

Iniciamos con el trabajo del doctor Ricardo Cobos Castillo, inspirado en la proclama Manabí, uno; manabitas, todos. Su artículo se halla en la página 10 AÑOS RM.