Es probablemente seguro que todos hemos pasado una o muchas veces, en el transcurso de nuestras vidas, por el sacrificio tedioso de esperar largo tiempo para recibir atención en lugares donde se sirven productos o servicios. Los más usuales: ventanillas de bancos, de la seguridad social, de hospitales, de los servicios de agua potable, electricidad y telefonía; de supermercados, de restaurantes populares, de oficinas reguladoras del tránsito, etc.
A veces nos han hecho esperar sin causa evidente, sin explicación válida ni justificación. Esperas largas y costosas, porque se pierde tiempo, hay lucro cesante, se lastima la salud, se mella la dignidad, y por último se pierde la paciencia y hasta la confianza en la empresa, institución o negocio que nos hace esperar sin miramientos ni compasión.
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MANTA, 29 de septiembre de 2016.
