El merecido renombre de la dulcería tradicional del Cantón Rocafuerte, extendido internacionalmente, ha llevado a un erróneo afán comercial que poco a poco está menguando la delicada calidad original, echando a tierra la experiencia que durante más de una centuria se guardó celosamente para mantener intacta la fineza y exquisitez de los bocaditos de harina de trigo y manjar de leche o de otros ingredientes igualmente sabrosos, como el coco rallado y el camote molido.
De ahí que resulte novedoso encontrar a los poquísimos dulceros que aún conservan en sus productos las características primigenias de la masa y el horneado hogareños, aunque esta perseverancia les signifique más esfuerzo y menos utilidades monetarias. Pero en cambio ganan en prestigio, un reconocimiento que felizmente va pasando de boca en boca y permite mantener vigente la selecta actividad de producir dulces irresistibles al buen paladar.

Recientemente nos hemos topado en la ciudad de Rocafuerte con una de esas celosas personas dedicadas toda una vida al primoroso arte de la dulcería manual, tan prolijo como la joyería y tan delicioso como el mejor de los manjares. Y esto a sus 80 años de edad, que no la doblegan, pero sí la hacen más meticulosa y exigente. Lamentablemente no pudimos fotografiarla, porque fue un encuentro al paso, intermediado por una de sus hijas, que nos confió la preferencia de su madre por mantenerse alejada del ruido mediático y dejar la fama al buen hacer de su trabajo.
Tenemos que contentarnos con haber probado sus delicadísimos alfajores, elaborados en dos etapas bien diferenciadas: La primera es la preparación de la masa de harina para formar las galletitas que encierran el manjar de leche, que también se hace en esta parte del proceso; y, la segunda, es el momento de la venta al consumidor, cuando recién se unta el manjar a las galletas a fin de que estas no pierdan su textura crujiente.
En este punto del relato ya estarán ustedes preguntándose ¿quién es aquella persona guardiana de una tradición artesanal transmitida sin cesar de generación a generación? Y la respuesta es, ni más ni menos, doña Ana Rosa, muy conocida por sus vecinos, que prefieren llamarla simplemente “Mamina”. Su dulcería es casera, no tiene nombre, ni letrero ni señal alguna, pero pueden encontrarla en la planta baja de su casa, ubicada en la Calle Elías Cedeño Jerves (nombres de un insigne compositor musical de Manabí), próxima a la transversal Calle Sucre. Diagonal a esta residencia se halla Radio Rocafuerte, la única emisora del cantón.
MANTA, 05 de julio de 2016.
