Hay algo peor; la sociedad actual no tiene ni la menor idea de lo que pasó en la sociedad de la nieve, que ahora se ha puesto en auge debido a la película y al documental de Netflix.”

Por Víctor Arias Aroca *

El accidente fue el 13 de octubre del año 1972 y paralizó al mundo por 72 días. Con todo, como la masa olvida rápido, luego de que la Fuerza Aérea chilena declaró cerrada la búsqueda del avión siniestrado, la gente empezó a dejar de pensar en los jóvenes uruguayos que cayeron en la montaña.

El papá de Carlos Páez, sin embargo, se mantuvo fiel a la creencia de que su hijo estaba vivo y siguió en Chile hasta el día que se produjo el milagro.

La verdad es que, para esa época, las noticias solo llegaban a través de la radio y la tv. El mundo empezó a convivir con la angustia de no saber qué mismo pasó ese día de octubre de 1972, con el vuelo 571 que trasladaba al equipo de rugby Old Cristhians Club, de Uruguay.

Avión siniestrado. / FOTO CNN Argentina (Tomada de Google)

Parrado y Canessa son héroes de la imaginación colectiva. Mi temor es que su memoria heroica vaya a perderse con la sociedad del delirio, que hace olvidar los buenos ejemplos; y la otra sociedad, la sociedad de idiotas que propone el señor Agustín Laje, que amenaza con animalizar el pensamiento y derrotar al conocimiento.

Hay algo peor; la sociedad actual no tiene ni la menor idea de lo que pasó en la sociedad de la nieve, que ahora se ha puesto en auge debido a la película y al documental de Netflix. Pero cuando uno pregunta en la casa a la familia, pocos saben sobre el milagro de los Andes.

Haga usted la prueba. Si usted es maestro, ensaye con sus alumnos en la Universidad y verá cuán desconocido es el nombre de Nando Parrado y Roberto Canessa.

Sobrevivientes fotografiados en el año 2002. / FOTO: CNN Argentina (Tomada de Google)

Yo tenía 12 años cuando se produjo la desgracia. Pero la impronta de mi memoria me conecta con el cine debido a su particular injerencia en temas tan complejos. Recuerdo al actor Hugo Stiglitz, en la película Supervivientes de los Andes dirigida por René Cardona (que mantiene el aliento del cine mexicano), la cual hace algunas referencias alucinantes a la desgracia; y por haber sido filmada y producida en 1976, atrapó la memoria aún fresca del accidente y fue un éxito de taquilla. Eso que el cine de aquellos tiempos no adquiría aún el nivel tecnológico del actual.

También recuerdo -con menor impacto, eso sí- la película Viven, del año 1995, ya en versión americana y moderna, pero que tampoco refleja -hasta ahora nadie ha podido hacerlo- una versión idéntica a la desgracia humana que se vivió en lo que ahora les ha dado en llamar el Valle de las Lágrimas.

De mis primeras indagaciones sobre el tema, estoy seguro que esos montes insólitos no habían sido pisados jamás por hombre alguno y no registraban un nombre en ningún mapa hasta después de la tragedia.

Sobrevivientes abrigándose del intenso frío dentro de la nave siniestrada. / FOTO: CNN Argentina (Tomada de Google)

En un reportaje de televisión se asevera que si Parrado y Canessa hubieran tomado hacia el otro lado, la ruta de los 38 kilómetros que les tocó caminar para encontrar la salvación, es decir hacia el lado argentino, se hubieran encontrado con una hostal muy cerca de la ciudad de Mendoza.

La revista Hombre de Mundo, de mis lecturas favoritas en los años ochenta (ojalá la pudieran consultar por allí), refiere -según creo acordarme- una anécdota narrada por el propio Parrado, según la cual en un viaje posterior, en otro avión, al momento de acercarse la sobrecargo a insinuar el pedido del almuerzo, algún improvisado humorista entre los pasajeros habría gritado: ¡Pásele la lista de los pasajeros! (Ojalá la memoria no me haya sido infiel).

Pero bueno, el elemento de mayor complejidad -tanto para cineastas como para antropólogos- ha sido el momento cumbre de la tragedia.

Siete días con sus noches han pasado sin alimentarse. En 10 días después de la tragedia han muerto otros pasajeros que quedaron heridos. La avalancha del día 29 de octubre sepulta el fuselaje del avión que hacía de habitación y produce la muerte de otros sobrevivientes. Sólo han quedado los dieciséis componentes del equipo, que no están dispuestos a dejarse morir en la montaña más inhóspita y desconocida del mundo.

La situación es insostenible. El hambre es tan insoportable como el frío extremo. La decisión está tomada. La única posibilidad de seguir con vida es el sacrificio de acudir a la carne humana que está congelada afuera bajo la nieve.

Tras la tragedia, un sobreviviente captó esta imagen. / FOTO: CNN Argentina (Tomada de Google)

En el capítulo 5 de mi novela ROMPA LA CUERDA DE LA COMETA, que está en Amazon, en el subcapítulo denominado EL HIELO SE MUERE DE FRÍO, el autor se refiere en estos términos a la insólita historia de Parrado y Canessa:

«El viernes 13 de octubre de 1972,  un avión que llevaba a 42 deportistas desde Montevideo, Uruguay, con destino a Santiago de Chile, se estrelló en las gélidas montañas andinas del Sur, provocando la más sorprendente de las aventuras del mundo moderno, revestida de la colosal tragedia en la que murieron 29 personas (incluida la tripulación), una parte de los jugadores de rugby, y sobreviviendo 16 jóvenes atletas.

Ellos fueron los protagonistas de una historia de dolor que duró 72 días de angustia, semicongelados y abandonados en unas montañas tan misteriosas, que algunas no tenían nombre en los mapas de la época. Lugares absolutamente inhóspitos, jamás reconocidos por hombre alguno. Nieves perpetuas y temperaturas inferiores al nivel de la congelación que, sin embargo, empujaron a dos jóvenes a devolverse a la civilización. (…)»

Esos dos jóvenes son Parrado y Canessa, que tomaron la temeraria decisión de salir a buscar al mundo en medio del hielo más movedizo de la tierra, sin saber a dónde ir. Pero el miedo a morir era más poderoso que la desorientación y casi por intuición se dirigen al oeste.

Parrado y Canessa (sentados) junto al arriero Sergio Catalán que inició el rescate. / FOTO: Historia y Biografías (Tomada de Google)

Luego de 10 días de caminata encuentran un río. En la orilla de enfrente está un campesino. Se llama Sergio Catalán. Él dará la voz de alerta. Era el 21 de diciembre de 1972.

Y sigue la narración de ROMPA LA CUERDA DE LA COMETA:

«El mundo entero ha perdonado este procedimiento primario, pero necesario. En la mitad de la cordillera, sin alimentos y sin fuerzas para seguir esperando una ayuda que no llega, han escuchado en un pequeño radio que la fuerza aérea abandona el rescate.

Abandonados en la mitad de la nada, los sobrevivientes de los Andes han tomado la decisión más audaz y aterradora de sus vidas. Fue esencial para sobrevivir por las proteínas que tenían los cuerpos, incluidos sus músculos. Es la lección más engrandecedora de la historia. No fue canibalismo, reflexiona Parrado. Canibalismo es cuando uno asesina para comer.

Aquí lo más fácil era morir. En la zona del desastre se producen 250.000 avalanchas anuales, es de lo único que se tiene registro, porque los picos de la montaña no tienen nombre. Ningún hombre en sano juicio escogería este lugar para vivir. Es el fin del mundo

Tumba en el sitio de la tragedia. / FOTO: CNN Argentina (Tomada de Google)

A nadie le está permitido censurar la conducta humana de los que han tenido que hacer lo que prohíbe la ley de Dios para salvar sus vidas y las de sus compañeros. Me quedo con la expresión de Roberto Canessa: «Si las películas dijeran toda la verdad, no quedaría nadie en las salas de cine«.

Lo más abyecto del comportamiento humano está en la vida política y es la antropofagia que practican gobiernos presididos por hombres impuros. Esos son monstruos que se devoran los sueños de la gente.

* Manta, Ecuador. corporacionarias@gmail.com