La situación social del Ecuador ha tocado fondo y esto perturba su prosperidad económica. El crecimiento de la criminalidad a manos de organizaciones delictivas y sus respectivos grupos armados ha infundido temor, impidiendo el desarrollo normal de las actividades productivas y de servicios.
Agravando aún más la situación, los procesos judiciales correspondientes han tomado un cariz escandaloso que levanta suspicacias respecto de su corrección y veracidad. Aparte de crispar los ánimos de las partes involucradas y de quienes simpatizan con ellas.
Pero lo que sucede hoy es apenas la revelación magnificada de un problema social que inició marginalmente hace muchos años, cuando era poco perceptible y no infundía temor. En aquella época el problema estaba limitado al paso minúsculo de narcóticos proveniente de Colombia, movilizados por traficantes colombianos.
Fue durante los años más recientes que la situación tomó fuerza y se volvió conflictiva con el auge del consumo de la droga en Ecuador, siendo esto un poderoso incentivo para que manos ecuatorianas codiciosas contribuyeran al incremento exponencial del tráfico hacia otros países, así como para el surgimiento sospechoso de múltiples negocios y estructuras en los pueblos y ciudades donde la droga es almacenada, comercializada y exportada.
Esta última situación ha sido vox populi en Ecuador en estos años recientes, particularmente dentro de las ciudades portuarias escogidas por narcotraficantes para camuflar y reenviar sus alijos allende los mares.
Todo esto que hoy sacude a la sociedad ecuatoriana es la consecuencia del voluminoso y creciente consumo de drogas alrededor del mundo, que induce a producirlas y comercializarlas como un negocio fantástico de miles de millones de dólares.
Y en una sociedad movida por el capitalismo a ultranza, semejante negocio es una tentación irresistible para gente audaz y sin escrúpulos, que lo arriesga todo con tal de ostentar su gran poder adquisitivo y de influencia social. Súmele aquellas personas emprendedoras en capacidad laboral, que no encuentran oportunidad para obtener dinero de manera lícita.
En el consumo de las drogas está la raíz del problema que comentamos y es a esa realidad adonde los gobiernos deben apuntar sus acciones para solucionarlo.
Hay que concienciar masivamente a la población para que se abstenga de consumir esa porquería; o, en su defecto, transparentar la producción, comercialización y consumo del alcaloide, para que los adictos consuman libremente, mientras que quienes no lo son puedan cuidarse de caer en esa tentación; y, por otra parte, para evitar que la ciudadanía se alarme debido a los frecuentes ajustes de cuenta por mano propia entre traficantes, dejando que sea la administración de justicia constitucional quien resuelva esas diferencias.
Editorial de REVISTA DE MANABÍ.
