La documentada y larga gestión para posicionar la primitiva silla manteña como “marca universal” de la ciudad ecuatoriana de Manta, ha permitido descubrir en Nueva York un taller de tejidos artesanales para muebles, en donde el obrero estrella es nada menos que un artesano mantense. La siguiente crónica se refiere a un encuentro con él.

Por Vladimir Zambrano Galarza* / vladichzg@hotmail.com

«Yo tengo una silla que le perteneció al finado John Lennon«, me dijo Danny (tío de mi esposa Lorena), un mantense con hábiles artes en sus manos, radicado en Nueva York desde hace más de 50 años.

Me hizo ese comentario mientras me mostraba las fotos de su trabajo, durante nuestra primera conversación al conocernos. Yo, un fiel seguidor de Los Beatles, de un salto le dije: “¡Véndamela!”, y nos reímos juntos.

Pude apreciar varias de sus creaciones, entre las que destacaban sillas tejidas en fibra vegetal, algunas de ellas semejantes a las confeccionadas en mimbre que he observado en Montecristi.

Se abre paso en Nueva York

A sus 19 años de edad, Daniel Rivera Alvia, originario del centro de Manta, emigró con sus padres a Estados Unidos en 1969, estableciéndose en el Bronx, Nueva York.

Inicialmente intentó enlistarse en el ejército estadounidense, que buscaba soldados para Vietnam, pero no avanzó en el proceso. Posteriormente, se integró a un taller de fabricación y reparación de muebles (particularmente sillas), aplicando sus conocimientos como aprendiz de carpintero, adquiridos previamente con su padre, Abdón Rivera Calderón, quien tenía un taller en la ciudad natal.

Su abuelo paterno, don Felipe Rivera Reyes, provenía de la comuna de San Lorenzo y se había establecido en Manta desde la década de 1920 como constructor de viviendas, llegando a ser propietario de extensos terrenos donde actualmente se ubica el mercado central.

Por su parte, su abuelo materno, Hilario Alvia Reyes, era natural de Santa Rosa, una población costera más al sur del cabo de San Lorenzo.

Aprendiz de un chino

Danny, joven hábil en el trabajo de aprovechar la madera, aprendió muy pronto a tejer con fibra vegetal en el taller de Nueva York, bajo la instrucción de un maestro chino, anciano no vidente que, con el tacto, sabía cuántas cruces de tejido eran necesarias para lograr un resultado armónico y consistente.

El propietario del taller gestionaba un almacén con amplia trayectoria y prestigio, donde se vendían y reparaban muebles, que abrió sus puertas en 1886. La empresa consolidó su reputación gracias a la elaboración artesanal de tejidos y a la producción de piezas personalizadas.

El establecimiento atendía a distinguidos clientes locales, quienes confiaban la reparación de sus muebles o solicitaban sillas y conjuntos tejidos a mano para sus lujosas viviendas.

Artesanías de alto precio

Danny me mostró más fotos de sus trabajos, y cuando le pregunté el precio, respondió: «400 dólares por silla.» Pregunté: «¿Por qué tanto?», aún sorprendido por los precios en Nueva York.

«Es por el carácter único de la silla y su tejido a mano«, me explicó, añadiendo que los dueños del negocio conocían muy bien el ambiente de clientes dispuestos a pagar por el trabajo.

Quedé asombrado y pensé enseguida en los artesanos de Montecristi vendiendo sus muebles de mimbre en las avenidas de Nueva York. 

FOTO: Muebles tejidos en taller de NY. (Cortesía de Daniel Rivera.)

La Cultura Manteña en Nueva York

En esa ocasión, mientras Danny exponía su relato, se acercaba la fecha de un evento en el que varias personas oriundas de Manta participaríamos en una actividad organizada por el periodista David Ramírez, manabita con amplia trayectoria en Nueva York.

El propósito del evento era destacar la relevancia de un objeto arqueológico representativo de la Cultura Manteña en esta ciudad: una silla de piedra en forma de U, actualmente expuesta en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York.

Efectivamente, días después de nuestro diálogo con Danny, tuvo lugar este otro evento, en agosto de 2024, con presencia y participación de autoridades municipales, organizadores e invitados especiales. Destaco el discurso de Kar Atamaint Wamputsar en calidad de cónsul ecuatoriano en Queens, Nueva York, cuya intervención me hizo reflexionar sobre mi reciente encuentro con Danny.

Sabía de antemano que la intervención de Kar abordaría el tema desde una perspectiva ‘decolonial’ y una visión histórica centrada en los pueblos ancestrales.

Atamaint Wamputsar es miembro de comunidades autóctonas de la Amazonía, con estudios en antropología y relaciones internacionales. Con él habíamos coincidido en clases de investigación social, y yo había tenido la oportunidad de escuchar sus exposiciones.

FOTO: Agosto, 2024. David Ramírez (izquierda), organizador del evento, y Roberto Lebrón, anfitrión en el American Museum Natural History.  (Archivo VZ.)

De artesanías y artesanos

Kar señaló que, ciertamente, las sillas de piedra en U son objetos admirables y muy sobresalientes por su arte lítico ancestral (500-1500 d.C.), pero cuestionó a los presentes acerca del reconocimiento de igual manera a los individuos que las tallaron.

Sus palabras me hicieron reflexionar sobre un debate que existe en el arte: entre la obra y el autor, podemos entender al arte fuera del autor o debemos entenderlo siempre ligado a su creador.

Pensé también en el debate entre los términos que definen qué es artista y qué es artesano, qué es arte y que es artesanía. Quienes impulsan este debate indican que lo concebido como ‘artesanía’ ha sido una forma de masificar a los individuos que hacen arte con sus manos, especialmente cuando estos provienen de contextos no occidentales, rurales o indígenas.

Mientras escuchaba a Kar, pensé en cuánto apreciamos con fascinación las artesanías antiguas de cerámica, las de piedra, exhibidas en los museos; guijarros y esculturas de los pueblos ancestrales. Y me pregunté qué tanto en nuestras sociedades latinoamericanas estimamos a los individuos que las elaboraron; a reconocerlos hoy en sus descendientes en sus espacios territoriales, en medio de una sociedad mestiza mayoritaria que tiende a excluir lo distinto, los indígenas y las minorías.

FOTO: Agosto, 2024.- Participantes del evento en AMNH. Izq. a Der.: Vladimir Zambrano, autor del escrito presente; Luis Guevara, concejal de Manta; y Kar Atamaint, cónsul de Ecuador en Queens. (Archivo VZ.)

La silla manteña

Al terminar el acto, miré fijamente la silla manteña en la vitrina del museo. Quise ver más allá de sus detalles artísticos. Recordé las publicaciones que describen estas sillas con bases antropomorfas y zoomorfas que, según uno de sus estudiosos, el arqueólogo escocés Colin McEwan, las unas eran para caciques y jerarcas, y las otras para chamanes.

Esa silla de piedra había llegado al Museo de Historia Natural de Nueva York gracias al profesor Marshall Saville, un destacado arqueólogo y etnólogo estadounidense, quien exploró la costa ecuatoriana entre 1906 y 1908, y publicó Las Antigüedades de Manabí, Ecuador, Vol. I y Vol. II (1907 y 1910).

Saville reportó que la mayoría de estas sillas se encontraron en los cerros de Hojas y Jaboncillo, otras en los cerros Jupe y Agua Nueva, y unas cuantas, rotas -idénticas a las del Cerro Jaboncillo- las hallaron en el sitio El Aromo-Pacoche, denominado distrito La Roma por el arqueólogo y su equipo.

El informe de Saville indica que la evidencia mostraba que numerosas sillas habían sido retiradas o destruidas durante un período extenso, antes de iniciar sus excavaciones.

(Link de descarga PDF – Mapa recorrido Marshall H. Saville costa ecuatoriana) Fuente: The Antiquities of Manabí, Ecuador. Vol. II (1910):

El Aromo es una localidad rural ubicada al suroeste de Manta, en la vía hacia el cabo de San Lorenzo. En el Volumen II de su obra, Saville presenta un mapa geográfico que marca los hitos de su recorrido por la costa y menciona la ubicación actual de El Aromo, como ‘distrito La Roma’. Esta denominación se debe a que, al transcribir el nombre de la localidad para su informe, aparentemente empleó la pronunciación inglesa de ‘El Aroma’, que al ser escuchada por los habitantes locales derivó en la escritura ‘La Roma’, debido a la similitud fonética en español.

FOTO: Mapa descriptivo de M. Saville (1910), Cantón Manta, Sitio La Roma (El Aromo). Fuente: The Antiquities of Manabí, Ecuador. Vol. II (1910).

FOTO: Sitios arqueológicos en El Aromo, Cantón Manta. Fuente INPC (2018).

Las investigaciones de Saville muestran que el antiguo Jocay (Manta) tenía una conexión directa con los corrales encontrados en El Aromo, distrito La Roma, donde elaboraban las sillas de piedra en U.

La historiadora Tatiana Hidrovo lo certifica en su publicación Tras las huellas de la ciudad de los cerros (2016), indicando que “De acuerdo a la colección del Museo del Indio Americano [Washington D.C., EE.UU.], formada por las piezas trasladadas por Saville, (…) cuatro sillas más fueron localizadas en la zona de Manta, posiblemente La Roma.”

FOTO: Silla de piedra procedente del Cantón Manta, en Museo del Indio Americano – Washington D.C. Fuente: https://americanindian.si.edu/collections-search/object/NMAI_394036

En la ruta de El Aromo a San Lorenzo se encuentra la población de Ligüiqui, una comuna del Cantón Manta situada junto al mar, reconocida por el testimonio de sus ancestrales corrales de piedra utilizados para la pesca pasiva.

Estos corrales marinos, que forman parte de un complejo pesquero de aproximadamente seis kilómetros de extensión, representan la estructura de este tipo más grande de la América prehispánica y la mayor conocida en el mundo hasta la fecha.

Otros corrales marinos de piedra también los hay a 100 km al norte de Ligüiqui, en el Sitio Cabo Pasado, en la Parroquia Canoa, Cantón San Vicente.

Los arqueólogos que han estudiado estas construcciones indican que fueron realizadas por la Cultura Manteña, entre los siglos VIII y XVI. La Cultura Manteña ha sido definida, por arqueólogos e historiadores, como una confederación o liga de mercaderes asentados a lo largo de la costa de Manabí y Santa Elena, que en embarcaciones marítimas de balsa pudieron surcar el Pacífico para llegar al sur de Perú y a México, para comerciar e intercambiar sus productos, entre ellos las conchas spondylus, cerámicas, productos vegetales, hachas, monedas de cobre y los tejidos que realizaban, de algodón y de fibras vegetales. 

Actualmente, en dicha zona, conocida como la Ruta del Spondylus, las comunidades locales continúan empleando fibras vegetales en la confección de mantas, cestería, asientos, y así mismo los sombreros elaborados con paja toquilla. Esta tradición es documentada por Libertad Regalado en su publicación Las hebras que tejieron nuestra historia (2010), cuyo documental se exhibe en el Centro de Formación Artesanal de Pile, una población ubicada más al sur de Santa Rosa, sobre la misma ruta, que se ha especializado en el arte del tejido fino de sombreros de toquilla.

La historiadora Maritza Aráuz, en una publicación acerca del indigenismo en Manabí, publicada en el año 2000, señala que en 1630 arribó a la provincia un criollo llamado Francisco Delgado, quien, al observar la destreza de los nativos en el manejo de la fibra de palma para la elaboración de envolturas y cobertores, concibió la idea de fabricar «tocas» para cubrir la cabeza.

Este hecho propició la difusión del uso de sombreros, siendo tan finos los confeccionados con la paja más delicada, que podían guardarse en un bolsillo.

Las denominadas «toquillas», diminutivo de «tocas», tuvieron su origen en Jipijapa y Montecristi, poblaciones ubicadas, respectivamente, a 70 km y 30 km de El Aromo-Pacoche.

En la actualidad, las comunas de El Aromo, Ligüiqui, San Lorenzo, Santa Rosa, Pile y otras localidades cercanas, preservan en su población la tradición de producir sombreros de paja toquilla y otros artículos afines.

Además, en Montecristi subsiste la elaboración artesanal de artículos hechos con fibra vegetal, tales como petates o hamacas de mocora, sillas y muebles con tejidos de mimbre, junto con los emblemáticos sombreros.

Trabajo mostrado en televisión

El discurso de Kar, las sillas de piedra y los registros de Saville en El Aromo, me llevaron a pensar en Danny y sus abuelos, originarios de San Lorenzo y Santa Rosa. Decidí reunirme con él nuevamente para escuchar más sobre su trabajo. 

En una reunión posterior, Danny me relató que trabajó durante cerca de 40 años en el mismo taller de tejidos y sillas, donde atendieron a diversas personalidades, incluida la popular presentadora Martha Stewart, una empresaria millonaria del sector televisivo, con numerosos productos licenciados bajo su nombre.

Stewart visitó el almacén para restaurar el tejido de sus propias sillas antiguas, cuyos diseños eran comunes en los siglos XVIII y XIX, y solicitó ser atendida por el mejor artesano disponible. De este modo conoció a Danny, el mantense que ejercía su arte manual en Nueva York, y decidió realizar un reportaje sobre su trabajo para el programa de televisión Martha Stewart Living, que contaba con una audiencia semanal estimada entre 5 y 6 millones de espectadores (Yorkville Caning, Inc featured on Martha Stewart Living).

Eso ocurrió en 1998 y, posteriormente, en 2018, Stewart publicó sobre su reciente visita al taller e hizo un recordatorio sobre el programa.

Unas semanas antes del Día de Acción de Gracias, decidí que dos de mis sillas de comedor antiguas necesitaban ser reencordadas. El encordado es un método para tejer asientos de muebles utilizando la brillante piel o corteza interior de la planta de la palma de ratán (Calamus Rotang). El ratán es originario de Indonesia, Filipinas y Malasia.

Envié las sillas a Yorkville Caning Furniture Repair Inc., en la ciudad de Nueva York, una empresa con 132 años de antigüedad, especializada en encordado manual tradicional, encordado manual francés, encordado a máquina, entablillado y reparación de mimbre.

Llevé mis sillas a Yorkville por primera vez hace más de 20 años y las presenté en mi programa de televisión, «Living». Los dueños, junto con el artesano Danny Rivera, cuidaron mis sillas con esmero y terminaron el trabajo justo a tiempo para el Día de Acción de Gracias. (Caning Two of My Antique Chairs – The Martha Stewart Blog)

FOTO: Danny Rivera en el taller en NY. (Blog Martha Stwart.)

En el reportaje de televisión, como luego en el blog, se describe con detalle la labor manual de Danny, y pone relieve a su arte y habilidad en el tejido ancestral.

Stewart destaca la precisión, el cuidado y la dedicación de Danny al usar técnicas tradicionales como el caning manual, agujero por agujero. Danny se queda con los halagos de Martha Stewart y el taller continúa aumentando el prestigio de su tienda de clientes exclusivos de la Gran Manzana.

FOTO: Danny Rivera en el taller, NY. (Blog Martha Stwart.)

La silla de Lennon

Nuestra conversación se extendió hasta entrada la noche, mientras Danny relataba con detalle su experiencia respecto a sus ‘tejimientos’.

Narró varias anécdotas con clientes famosos que acudían al local o enviaban con otros sus muebles a reparar. Me contó que, a principios de diciembre de 1980, Yoko Ono acudió al local para dejar una silla de madera perteneciente a su esposo John Lennon, con el objetivo de restaurar el tejido dañado del asiento. El taller asignó la tarea a Danny, quien identificó la pieza colocando una cinta de papel con el nombre “Lennon”.

Días después, tras el asesinato de John Lennon, Yoko Ono no regresó por la silla, dejándola en el taller. Años más tarde, al jubilarse del almacén, Danny retiró varios muebles con la autorización de sus jefes, incluyendo la silla de Lennon.

La silla, sin restaurar y aún etiquetada con el nombre del cliente, pasó a formar parte de su taller personal. En su casa es utilizada como soporte para herramientas o pinturas.

Esta silla conservó las marcas del maestro del tejido, quien ha continuado llevando a cabo sus trabajos hasta la actualidad, luego del retiro de su antiguo taller.

FOTOS: Silla de Lennon. (Cortesía de Daniel Rivera Alvia, NY.)

Honor a un artista del tejido

Relato esta historia en honor a Daniel Rivera Alvia, un artista del tejido con fibra vegetal, cuyas manos llevan el ADN de los pueblos ancestrales que tallaron piedras, tejieron fibras y navegaron con ellas junto con la spondylus a otros lares.

A Danny lo condujo en Nueva York la fuerza de la historia sobre su piel trigueña y los rasgos del mantense profundo, que debido al fenómeno de la migración lo ubicó en esta ciudad como un artista manual calificado, y uno de los mejores en su género por estas latitudes.

Termino estas líneas, en mi mesa, mirando una réplica pequeña de la silla manteña que traje de Manta a mi nuevo hogar en Nueva York. También observo donde me siento, la silla de madera con su tejido de fibra vegetal. Sonrío y agradezco a Danny en mis pensamientos por haber aceptado vendérmela.

*Vladimir Zambrano Galarza. Tiene una maestría en Investigación Social. Es miembro del Comité Cívico de la Memoria Histórica de Manta. Actualmente se halla radicado en Nueva York. Él proporcionó a REVISTA DE MANABÍ todas las imágenes que complementan este trabajo periodístico de su autoría.