La población ecuatoriana experimenta, en este momento, las consecuencias negativas de la crispación política derivada de la presente gestión estatal: una Función Ejecutiva caracterizada por su voluntad autoritaria y prepotente, que intimida y somete a las otras funciones del Estado.
Eso lleva inexorablemente a la imposición de políticas públicas erradas, que provocan rechazo y la consiguiente oposición. Y como no hay voluntad para consensuar, el choque hace saltar la chispa del enfado y la confrontación. Consecuencia: un país polarizado, dividido y atrapado por la incertidumbre.
Lo ideal sería que haya iniciativa del presidente de la República y su Gabinete de ministros, procurando una conciliación sincera, que dé buen ejemplo de comprensión y tolerancia frente a los reclamos planteados por diversas colectividades nacionales. Llamar a estos actores a un diálogo abierto, respetuoso y franco, en el que se ventilen todas las diferencias y se acuerden compromisos duraderos.
Ha llegado el momento de la rectificación gubernamental, asumiendo con dignidad que los electores confiaron un mandato para que se gestione a su favor y no para ser sometidos arbitrariamente a una voluntad omnímoda que atemoriza y afrenta.
Editorial de REVISTA DE MANABÍ.
