Apología favorable a un empresario de trayectoria exitosa labrada en la ciudad de Manta (Ecuador), quien devino en periodista y literato premiado recientemente por el Concejo de dicha jurisdicción.
Por Víctor Arias Aroca*
A Melvyn Herrera Castro le queda corto el traje de empresario. Él es algo más allá que el simple inversor o creador de negocios, ya que al man siempre le fue bien, pero no le era suficiente ganar plata.
Un raro espécimen de fabricante de hacienda. Le apostaba al arte y a la cultura; y, más raro aún, al periodismo, y creó su propio periódico, con amigos del nivel de Ricardo de la Fuente (ya fallecido) y David Ramírez.
Pero esto es “lo pepa”: se hizo pana de poetas protestantes como Pedro Gil, y lo hizo cercano a sus empresas. No sé si se pegó la cervezas con Ubaldo y Pedro; sospecho que sí, pero Melvyn andaba escudriñando el extraño mar de los poetas, infestado de aguardiente, agua loca y “currincho”, porque estaba preparando su propio libro y analizaba ese otro oficio contradictorio con la industria y el comercio, que era el de ser poeta.
Ahora lo veo cercano a Manuel Gil, que es otro fabricante de libros y de sueños.
Súper raro este mancito. Los que estuvieron cerca de él en la época de farandulero y promotor de artistas, juran que cantaba en forma entonada. No sé si llegó a grabar un CD, pero se juntó a los cantantes más encumbrados del año 2000 en adelante.
Lo cierto es que hizo grabar un poema suyo llamado Mantamor, que la gente tararea en las fiestas de Manta, sin saber que su letra es un poema de propiedad de Melvyn Herrera, un esforzado comerciante que llegó hace muchos años a Manabí y se enamoró de su selva magnífica, sus mujeres circacianas (originarias de la Rusia europea y elogiadas por su esplendor) y sus mares rotundos que ya habían hipnotizado a Francisco Pizarro, quinientos años atrás.
El hombre se hizo manabita. Aprendió a andar como manabita, cantar como manabita y decir amorfinos como manabita. Dice que Manabí lo hace feliz. Por eso no le jode la vida a nadie, porque -dicen por allí- que los que friegan la vida son personas que ansían ser felices y no lo son.
Hablar con Melvyn Herrera es viajar a una fábula. De los jardines colgantes de la poesía, usted puede pasar tranquilamente a la curiosa historia de haber fundado el Umiña Tennis Club. Los niños ricos de Manta, aunque no lo eran todos, jugaban tenis pero no tenían canchas ni estructura. Pues Herrera les dio formando el Umiña, y luego les dio botando porque así son los idealistas: cumplen el sueño de otros y se van con su música a otra parte.
Lo mismo aconteció con ese loco proyecto millonario que fue la zona franca. Algo que llegó a funcionar a toda máquina un buen tiempo, para darle forma y cabida al comercio internacional y a generar empleo y dinero. Un ex presidente conoció el proyecto.
Herrera lo hizo solo y pronto aprendió una nueva lección de incomprensiones, egoísmos y a taimados traicioneros disfrazados de amigos, que aman tu sacrificio para después jactarse de ser los creadores de la idea.
De joven aprendió a pensar en grande; y, ya grande, les ha dado forma a muchas cosas que la gente ignora, como la vía metropolitana, que era un proyecto integral entre Santa Ana, Portoviejo, Montecristi y Manta.
Es, además, uno de los mentores del Montecristi Golf Club, junto a su gran amigo Carlos González Artigas-Díaz (ya fallecido).
Este contador de historias (Es en serio, así se autodenomina el tipo); en serio digo que se metió en la camisa de once varas de la literatura y le salió un librazo.
Hecho con talento y soltura, Inspiraciones es un resumen de sus andanzas, sus logros, sus sueños y locuras de caballero andante. Allí, en 266 páginas, se narran historias de amor y de ternura, episodios de Manta (algunos desconocidos) y la poesía que ha sido la novia secreta de Melvyn Herrera.

Como periodista por acción y omisión (ya hemos dicho que fundó el periódico virtual El Porteño) se formó como tal, desde luego; él estudiaba mientras dirigía Distribuciones Herrera y otros negocios.
Se metió a articulista de El Mercurio, El Diario y La Hora, desde luego impulsado y picado por Pedro Vincent, un periodista modelo que le hizo a todo. Peleaban públicamente porque Vincent se jactaba de sus fans y Herrera reventaba con esa palabrita.
Vincent se fue al cielo con su vitalidad de haber hecho prensa, radio y televisión. Herrera prosiguió su carrera de jornalista (periodista, en portugués), hasta que uno de sus artículos fue censurado y allí ardió Troya. A los creadores les “putamadrea” que les censuren.
Hasta aquí la crónica. Pero el cronista, jachudo con alma manabita, sigue dando guerra en el periódico Ecuador Inmediato. Leerlo es un deleite, pueden tenerlo por cierto.
Hombre de ideas políticas, desde luego, Herrera cumplió el sueño no buscado de ver a sus hijos ‘ministros’. Él se desencadena, se desenfrena, se descarrila y se destapa cuando habla de ex presidentes y demás, pero dejemos ese asunto por allí, que es terreno escabroso, y hoy es tiempo de celebraciones.
El Gobierno Autónomo Descentralizado de Manta ha concedido la condecoración más distinguida de la ciudad a Melvyn Herrera. La alcaldesa Marciana Valdivieso y el Concejo Cantonal le han entregado la alta presea al Mérito Literario.

¡Qué gran orgullo ser amigo de un ser humano magnífico! Creador, generador e idealista. A propósito, mucho antes de irse de este mundo, don Pedro Vincent, el día 9 de septiembre de 2002, escribió un artículo sobre la vida y obra de Melvyn Herrera. Se llamaba: «Músico, poeta y loco«.

* Víctor Arias Aroca, ciudadano manabita de la República del Ecuador, es abogado con título de doctor; pero su vocación predominante se manifiesta en el arte de la expresión, oral y escrita. Destaca como escritor, poeta, periodista y orador. REVISTA DE MANABÍ lo cuenta entre sus colaboradores más prominentes.
