El puerto mercante de Manta se construyó en la década de los años 60 del siglo XX, cuando la provincia de Manabí tenía abundante producción agrícola para exportación. En la ciudad se habían establecido algunas casas comerciales que adquirían aquellos productos a los comerciantes asentados en los diferentes cantones, donde a su vez los compraban a los productores. Se exportaba, entre otros granos, maíz, café, cacao e higuerilla. Era tan abundante el acopio en puerto de estos productos, que se levantaban enormes amontonamientos de sacos en el malecón, mientras una larga fila de camiones esperaba para ser descargada.
Antes de la construcción del puerto, esa carga era llevada en hombros de los estibadores hasta unas frágiles lanchas que luego la trasladaban hasta los buques anclados a cierta distancia de la orilla. Esta penosa manipulación portuaria fue lo que motivó a que se construya el gran muelle de aguas profundas, que con algunas ampliaciones y mejoras se mantiene hasta hoy.
Pero la bonanza productiva de Manabí cayó estrepitosamente a finales de la década de los años 80 del siglo anterior al presente y la floreciente pesquería industrial que vino a reemplazarla no pudo llenar todo el vacío dejado por la ausencia de la primera. Desde entonces la actividad portuaria de Manta ha logrado mantenerse a flote con un mínimo de ocupación de sus instalaciones, situación agravada con la inestabilidad administrativa que ha caracterizado el manejo de Autoridad Portuaria de Manta (APM) durante los últimos diez años.
Así las cosas, la gente de Manta cuya actividad gira de una u otra forma en torno del movimiento portuario, ha estado tratando de revertir esa situación, sobre todo haciendo pronunciamientos públicos acerca del estado en que se encuentra el puerto y pidiendo a los organismos estatales pertinentes que lo repotencien, ya sea con inversión pública directa o mediante la participación del sector privado. Sin embargo, el Estado tiene su propia visión y maneja el asunto en consecuencia, pese a la oposición creciente de quienes piensan lo contrario.
El más reciente pronunciamiento de los porteños inmersos en el quehacer portuario y de quienes muestran algún interés en el tema, ocurrió el lunes 19 de septiembre. Convocados previamente por la presidenta de la Cámara de Comercio de Manta, Lucía Fernández de DeGenna, un grupo de líderes sectoriales, entre ellos exfuncionarios de la APM, empresarios exportadores, agentes de aduanas, representantes de los transportistas de carga, líderes de organizaciones sociales y no pocos periodistas de opinión, debatieron el caso durante más de dos horas hasta un punto en que la reunión se quebró dejando a dos bandos antagónicos: Un comité cívico que preside la propia presidenta de la entidad convocante a esta reunión y la junta cívica que preside Trajano Andrade Viteri.
Andrade y sus seguidores abandonaron la reunión antes de que finalizara, anunciando que por su lado y a su manera continuarán defendiendo al puerto. El otro grupo clausuró después la reunión conformando un comité de gestión en el que participan, entre otros, Lucía Fernández, algunos exfuncionarios de APM y unos cuantos delegados de empresas privadas locales y de gremios de profesionales. ¿Qué se proponen hacer? Pedirle al Gobierno nacional (del que depende el puerto) que prorrogue en 90 días más la adjudicación de una posible concesión del puerto a la empresa chilena oferente, Agunsa, y que en el ínterin considere delegar la gestión portuaria de Manta a gente de esta ciudad vinculada al sector.
Fernández dio a entender que este planteamiento ya está en manos del Gobierno y esperan que el presidente de la República, que visita a Manta en esta fecha, lo apruebe. Para darle más peso a la postura de su grupo, la lideresa comercial anunció que su grupo tiene entre manos una oferta privada china interesada en invertir 2.500 millones de dólares en el desarrollo del puerto local.
Poco antes de aquella reunión, celebrada en el salón de actos sociales de la Cámara de Comercio porteña, un centenar de transportistas de carga hizo desfilar sus camiones por el malecón de la ciudad, como demostración de unidad clasista, fortaleza de convicciones e inconformidad con el statu quo portuario.
No está claro qué va a pasar en los próximos días con respecto a este debate, pero no hay duda de que el problema central del puerto de Manta pasa por la ausencia de suficiente carga de exportación e importación, sea de su zona de influencia o del entorno próximo. Mientras la carga no fluya en abundancia o no emerja una idea genial para traerla de lugares remotos y reenviarla competitivamente a otros destinos, los intentos por reflotarlo encontrarán siempre un sendero espinoso.
MANTA, 20 de septiembre de 2016.
