José Risco Intriago* / Manta / 01-01-2020
Hasta la década de los años 80 del siglo anterior al presente, en la ciudad de Manta -como en la mayoría de ciudades ecuatorianas- el juego de carnaval era desenfrenado y grotesco. El atrevimiento de muchas personas se desbordaba y utilizaban sustancias descompuestas, grasosas y colorantes para empapar a cualquier víctima que encontraban en la calle o a la que perseguían aun dentro de su hogar o sitio de trabajo, con el pretexto de un carnaval libre y descontrolado. Generalmente esto se lo hacía en contra de la voluntad de quienes eran el blanco de estas agresiones, y a veces abusando de la fuerza bruta de los agresores.
Semejante forma de juego irritaba a las personas agredidas o privadas de su libertad para transitar, que impotentes ante la generalización de esta costumbre arraigada tenían que soportarla o buscar cómo alejarse de ella. Además, este juego a mansalva solía tener consecuencias graves por su descontrol e imprudencia. A veces provocaba accidentes viales con malheridos de por medio o con alguna persona fallecida. Era, de verdad, una jugarreta perversa, propia de actitudes salvajes.
Afortunadamente para la sociedad ecuatoriana, ese juego grotesco fue erradicado con la implantación progresiva de actividades lúdicas variadas, decentes y cultas, que desde la iniciativa privada y pública iban surgiendo en uno y otro lado, provocando interés de emulación y el deseo popular de recrearse con ellas. A nivel nacional, el mejor ejemplo son las Fiestas de las Frutas y de las Flores de Ambato, provincia del Tungurahua; y, a nivel de Manta, el creciente, variado y evolutivo programa de eventos artísticos y deportivos que desarrolla el Municipio y numerosos emprendedores privados.
Tal vez el principio de la regeneración carnavalesca de Manta sea lo que se hizo en 1990 a cargo de la Agencia de Publicidad IDEART, Diario El Mercurio, Radio Costamar FM, Radio Cenit AM y el Gobierno municipal de ese entonces. Lo que comenzó como una campaña de publicidad (El turismo es empresa de todos), terminó en una amplia variedad de actos festivos que incluyó un desfile de máscaras representativas de la productividad manabita, en el malecón; un festival de rock and roll en la playa de El Murciélago, un festival de discos móviles en el malecón (desde la Playa El Murciélago hasta la playa de Tarqui), un festival bailable de Lambada en la plaza cívica y la elección de la reina de reinas del carnaval, junto a la playa de Tarqui, entre muchos más.
Lo de hoy es algo peor a lo que sucedía en aquella época del salvajismo carnavalesco, felizmente superado. Se está abusando de la paciencia pública con el uso desproporcionado de la pirotécnica explosiva, o de explosivos solos, en cualquier celebración. Pero sobre todo durante los dilatados festejos por la Navidad, la terminación de un año y el principio del siguiente; de manera particular en estos dos últimos casos.
Las explosiones son de tal fuerza y poder de ruido, que estremecen el entorno y llaman a sobresalto a humanos y animales, especialmente a los de corta edad, cuya salud nerviosa se deteriora grandemente, peor cuando están pasando por un cuadro clínico de gravedad. Es un verdadero escándalo innecesario, porque basta con la luminotecnia. Aparte de por el ruido, hay contaminación ambiental por los gases de la pólvora y el humo, lo que se vuelve más crítico a la medianoche del 31 de diciembre cuando se queman los muñecos de año viejo. Es una salvajada intolerable.
Parece inevitable comenzar a diseñar desde ahora unas nuevas modalidades de celebración, que destierren para siempre el ruido tormentoso y lo sustituyan con un entusiasmo relajante basado en el arte y otras expresiones de la creatividad humana. Las leyes y el rigor de su aplicación ayudan, pero no son eficaces para desterrar las malas costumbres del comportamiento social humano. Sirve, más bien, el ejemplo de actos benignos y bien realizados que gusten a la gente.
Así como se pudo erradicar el salvajismo del carnaval antiguo, otros mejores entretenimientos pueden acabar con el salvajismo de las explosiones sin límite.