Su vida tiene mucho de la austeridad que caracterizaba a los ciudadanos espartanos de la antigua Grecia: “(…) sobrio, firme, severo”, significado éste recogido por el Diccionario de la Lengua Española (edición digital actualizada). Es el mejor legado de su padre, Olmedo Molina Vera, también ejemplar y admirable. Madrugador, disciplinado, responsable y metódico; enemigo acérrimo de contraer deudas impagables. Con eso ha formado y desarrollado a su familia, posicionándola en un destacado nivel social de clase media acomodada.

Ramón Alcides Molina Intriago (Chone, 2 de mayo de 1937) es, desde hace más de 40 años, el propietario y gestor de la hacienda La Arabia (200 hectáreas, aproximadamente), situada en el sitio Corrales dentro de la cuenca del Río Grande, en el centro sur del cantón que lleva el mismo nombre del río. Es un valle agrícola por excelencia, con terreno de una fertilidad envidiable, donde priman las plantaciones de plátano, papaya, cacao, limón y pasto para unas 170 vacas que allí pacen. Sus productos son de buena calidad y por eso tienen alta demanda en el mercado de la ciudad. En los momentos de mayor producción llega a emplear diariamente a más de una decena de jornaleros.

(Haga clic sobre una foto para ampliar toda la galería)

El predio perteneció antes a los hermanos Guido y David Pablo, cuyo origen árabe le dio nombre a la hacienda. Ellos concedieron facilidades de pago a fin de que Ramón lo adquiriera y lo gestionara a tiempo completo, para lo que también contribuyó decisivamente el padre del adquiriente y el segundo hermano de éste, llamado José, que a la vez adquirió de Ramón su primera propiedad agrícola, un oasis peninsular llamado La Vega, a unos cuantos kilómetros hacia el occidente de La Arabia y rodeado por el mismo Río Grande que fluye junto a ésta.

Lo demás es una historia de trabajo exigente, constante y cuidadoso. Ramón, y la familia que él formó, han dedicado su vida a sacar de este predio el máximo provecho posible, preservando lo más hermoso de la propiedad que son las frondosas arboledas que hacen del lugar un escenario edénico que además protege el ambiente natural.

Inicialmente Ramón y su familia habitaron la casa de hacienda, pero hoy a sus 82 años de edad reside en la ciudad con su esposa y algunos hijos, quedándose en el fundo el segundo hijo varón, Melvyn. Sin embargo, Ramón va bien temprano a cumplir su trabajo agropecuario de cada día.

Alertado por un médico acerca de una leve disfunción cardíaca, Ramón decidió “darse un gustito” y el sábado 8 de junio del 2019 convidó a sus familiares a un almuerzo campesino en su propiedad, donde REVISTA DE MANABÍ pudo dialogar con él durante un buen rato. Estaba complacido y evidentemente emocionado, sobre todo porque había logrado reunir a todos sus hermanos, creándose así una tertulia distendida y amena sobre hechos familiares presentes y pasados.

(Haga clic sobre una foto para ampliar toda la galería)

Pese a sus logros evidentes (formación de una familia sólidamente unida, la esmerada capacitación académica de sus hijos y la prosperidad económica), Ramón ve con desazón el rumbo que ha tomado la sociedad en la época en curso: libertinaje, facilismo, desprecio hacia los valores humanos que normaron su vida, drogadicción, corrupción, etc. En su ámbito de trabajo, critica lo que él considera poco y errado apoyo del Estado a la producción campesina, poniendo de ejemplo la ausencia de asesoría especializada constante y las sospechosas condiciones impuestas para acceder a los créditos financieros.

Lamenta que la vialidad rural haya mejorado muy poco y que persista el defecto de asignar profesores mediocres a las escuelas campesinas, lo que él atribuye como una causa por la que los jóvenes subestiman la relevancia mundial de la actividad agropecuaria. Dice que la juventud “ya no sabe de agricultura” y prefiere ir a la ciudad a sumarse a la precariedad urbana. En razón de esto, cada que puede contribuye para que se hagan realidad ciertas iniciativas encaminadas a mejorar el comportamiento social de la comunidad circundante.

Enfrente de la casita alterna para reuniones sociales en la hacienda.
Ramón Molina (al centro), su esposa Ketty Carrera y una parte de sus descendientes.
Vista general de la cocina improvisada junto a la casita de reuniones ocasionales.
Los alimentos fueron guisados en un típico horno montuvio.
Parte del menú brindado en el almuerzo.

La familia

  • Padres: Olmedo Molina Vera y Socorro Intriago Cedeño (fallecidos)
  • Hermanos: Ena (fallecida), José, Flor, Pablo y Flérida Molina Intriago.
  • Esposa: Ángela Ketty Carrera García.
  • Hijos: Franklin José, Melvyn Eugenio, Adriana María de Lourdes, Johnny Jacinto, Edwin Fernando, Ricardo Ramón, Geovanny Jesús (fallecido), María del Carmen y Danilo Agustín Molina Carrera. Más numerosos nietos y nietas.

Créditos:

Texto y fotos: José Risco Intriago
Logística y transporte: Pablo Molina Intriago
Anuncio publicitario