Por Pedro Pablo Jijón Ochoa*
El 2 de octubre del 2019 en Ecuador estalló una ola de paros en todas las regiones del país; cierres de vías en el Litoral causados por montubios; en la Sierra, manifestaciones pacíficas dirigidas por el pueblo indígena; que se volvieron fuertes acciones de represión contra la población por parte de la fuerza pública, causando muertes, heridos y detenidos. Estas manifestaciones producidas por el rechazo a medidas económicas implantadas por el actual régimen, conforme a carta de intención sugerida por el Fondo Monetario Internacional (FMI), determinó una decisiva participación del pueblo en general, y una invalorable presencia de la mujer indígena.
La imagen de la mujer indígena vuelve a tomar protagonismo mundial gracias a las redes sociales, donde vimos durante 11 días de protestas, el accionar y presencia de ellas; mujeres que con hijos en brazos al frente de las manifestaciones, alzando su voz, opinando concienzudamente, arengando a los hombres cuando desfallecían, mediando entre el pueblo y la fuerza pública, atendiendo heridos, cocinando alimentos, arrullando a sus pequeños hijos en las noches para que no sientan miedo, compartiendo el pan con quienes recibían gas lacrimógeno y garrote. En la mesa de negociación, con humanidad delante del Gobierno, expresando su sentir y con firmeza declarando sentencias históricas, como “estas muertes quedarán en tu conciencia”.
Desde antes de la época precolombina, a la mujer indígena (de Costa y Sierra) que asesoraba a los caciques, se la llamaba guaricha. Estas guarichas tenían fuerte incidencia en temas políticos y productivos, y por su conocimiento, experiencia y percepción nata de las féminas, ejercían un organizado matriarcado. A la llegada de los españoles, estos vieron en ellas una fuerte barrera para sus pretensiones de conquista, por lo que tergiversaron el término para deslegitimar su jerarquía. Desde entonces, gracias a este malhadado desprestigio, la guaricha es “diabla, bruja, chismosa, mujer fácil, machona, vulgar, etc.”
El aporte de la mujer indígena moderna es decisivo en el desarrollo de sus comunidades dentro del país. En toda Hispanoamérica, su gran capacidad intelectual y preparación académica la lleva a ser referente en cargos públicos, temas sociales, liderazgos políticos, gran capacidad en temas empresariales, notable sensibilidad artística, revolucionaria. Se siente en pleno siglo XXI su ancestral y fuerte matriarcado, que debemos apoyar, incentivar.
Sugiero a la opinión pública, nacional y mundial, reivindicar el término guaricha, que no solo signifique mujer indígena joven, sino también mujer sabia, proveedora, indomable, valiente, guerrera, rebelde, mujer con fuerza y segura.