En la clásica unidad familiar de Hispanoamérica, la figura de abuela y abuelo es consustancial a su constitución y desarrollo en tres generaciones consecutivas. Los abuelos son el tronco y por ende la base fundacional de una familia, y además son el ejemplo de vida para sus descendientes y el “paño de lágrimas” de los nietos, porque nadie como los abuelos para entender y complacer a los miembros de la tercera generación.
Pero cuando los abuelos (mujer y hombre) llegan a su edad más avanzada, sobre todo si tienen la salud en deterioro, suelen quedar al margen de la atención familiar y caer en ostracismo. En los tiempos que corren, altamente presionados por el vértigo de la vida cotidiana, muchas familias optan por enclaustrar a sus mayores en alguna institución asistencial que les brinda acogida, reposo, cuidados sanitarios y recreación. Sin embargo, los más viven aislados rumiando del catálogo de sus recuerdos y esperando solos la llegada de la hora final.
Viene esto a cuento porque REVISTA DE MANABÍ ha recibido un audio-video que resume una obra teatral escrita y montada en el Ecuador, en la cual son protagonistas algunos adultos mayores que al parecer tienen la asistencia de un centro geriátrico. Es enternecedor verlos vestidos según las exigencias del libreto y actuando como lo pide este, con ánimo inusualmente vivaz que seguramente les prodiga una cálida sensación de felicidad. El drama tiene el nombre de “Señorita Reino Encantado 2019”.
La falta de información complementaria y la imperfección del audio impiden conocer detalles de esa obra de arte, como el nombre de los autores, la sala de la representación y la fecha de esta; pero es admirable saber que la iniciativa corresponde a un grupo o movimiento social llamado Nova Vida (Vida Nueva) que es dirigido por la joven psicóloga Belén Bonnard e integrado por otros jóvenes, según se atisba viendo la grabación.
El audio-video completo tiene una duración de una hora (el que insertamos junto a esta información es un resumen de apenas 7 minutos) y deja ver la sensibilidad dramática e histriónica de las actrices y los actores de edad provecta, así como la lucidez de los artistas jóvenes, particularmente la de aquella señorita vestida con mono verdemar que deslumbra por la elasticidad de su cuerpo y la plasticidad de sus gestos y movimientos.
En fin, una obra teatral de alto esteticismo y divertido mensaje social, tanto por su trama cuanto por reivindicar la valía de la longevidad. Los aplausos son bien merecidos para Belén Bonnard y su grupo, así como para los adultos mayores que protagonizan el drama, los jóvenes coprotagonistas y las instituciones públicas y empresas privadas patrocinadoras de este logro artístico con sentido solidario.