“¿Se puede creer que un personaje de la popularidad de Cynthia Viteri, alcaldesa actuante de Guayaquil, haya perdido una elección que estaba completamente asegurada? Sí. Vamos a ensayar un porqué.”
Este contenido es parte de REVISTA DE MANABÍ

Por Víctor Arias Aroca *
En el «Ensayo Sobre la Ceguera», de algún modo José Saramago explica la pérdida de la visión global de las cosas cuando llega el momento de ejercer gobierno. El arquetipo de aquel que se forja una torre de cristal y asume que sus éxitos lo han recubierto de inmortalidad. La responsabilidad de guiar a la multitud cuando ha perdido los ojos. Algo muy complejo y delicado y no confiable a gente de pensamientos imprecisos.
Por coincidencia, la alcaldesa enfrentó una pandemia; y en la novela de Saramago los médicos enfrentan una pandemia, denominada ceguera blanca. Además, es precepto bíblico que la soberbia no es buena consejera.
Y si nos vamos por el lado de José Ingenieros, en cuanto a las características de la megalomanía y la egolatría, nos metemos en camisa de once varas; pero queda claro que el narcisismo, el creerse que uno todo lo sabe, que es superior al resto, que los pueblos piensan con el cerebro de otro, puede llevar al gobernante hasta el filo del abismo. Se llamó absolutismo. Es la práctica del: “después de mí, el diluvio”.
¿Se puede creer que un personaje de la popularidad de Cynthia Viteri, alcaldesa actuante de Guayaquil, haya perdido una elección que estaba completamente asegurada? Sí. Vamos a ensayar un porqué.
Por lo pronto es un ejercicio. Pero Sigmund Freud pudo expresar con eficacia que, por poderoso que parezca el gobernante, siempre una señal delata sus falencias. «Ningún mortal puede guardar un secreto. Si sus labios callan, parlotea con las yemas de los dedos; se delata a través de los poros.»
El que ejerce el mando, de cualquier manera, ha de proteger sus propias debilidades. Para proteger el poder no debe haber exhibición. Hay que inhibir los complejos, ocultar la iracundia, proteger los defectos internos. Si se aflojaron las clavijas, en la orquesta del poder puedes tener la seguridad que la música será triste. Pero ahora veamos lo que pudo haber pasado:
1. El Partido Social Cristiano ejerce una especie de control supremo sobre el colectivo de votantes desde el siglo XX, con un ingrediente mágico: la multitud adora a sus líderes, sin medir si funcionan en beneficio del pueblo o no. Sin medir, incluso, si las cuentas de los negocios municipales son transparentes. Parece que no. Ellos crearon un engranaje jurídico para que fundaciones operen en lugar de empresas públicas, y era legal. Así funciona la ley en este país. Para sostenerlo, la sociedad era inducida a creer en el éxito de la autoridad pública.
2. A pesar de que lo ideológico es fundamental, ese tema lo abordaremos más adelante. Uno de los puntos críticos de la atención ciudadana, siempre, fue el mecanismo de combate a la economía informal. Aparente justicia comercial a expensas de vendedores ambulantes, que ha provocado indignación en la muchedumbre, desde hace mucho tiempo. Diríamos que tal acto municipal debía reencauzar la votación hacia otros partidos, pero no. El colosal despliegue de la publicidad oficial del G. A. D. Guayaquil apaga ese fuego y la gente persistía en votar mayoritariamente por las élites guayaquileñas, representadas en el PSC, acarameladas del poder y francamente semidictatoriales. En Guayaquil mandaba el que mandaba, y punto. Todo el tiempo, el Partido logró que la provincia mantuviera un margen de independencia del poder central.
3. El PSC, como buen partido de centro derecha, cuidaba en forma celosa el manejo del municipio de Guayaquil. No había que aflojar la cantimplora. Se hizo respetar de todos los gobiernos, incluido el del presidente Correa. Más de una ocasión el líder Jaime Nebot recibió elogios políticos de Correa. Eso sí, la hacienda del municipio era sagrada.
Ningún gobierno del Ecuador se atrevía a menguar la caja de Guayaquil. Todo para Guayaquil, ya que ‘Guayaquil por la Patria’. El municipio de Guayaquil es el más rico del Ecuador. El ex presidente León Febres Cordero se dedicó -al final de su vida pública- a desempeñarse como alcalde de Guayaquil por más de una vez. Claro, porque ese municipio es una especie de Vicepresidencia, un ministerio grande. De ningún modo, pasar de presidente a alcalde significaba bajar de rango.
4. Esa conducta de esnobismo, excentricismo y exhibicionismo, sumado el egocentrismo, llevó a la autoridad pública a detener el aeropuerto alguna vez. Suspendió los vuelos y se metió a la pista. Un delito de carácter penal en el Ecuador.
Desprestigiada por ciertos contratos francamente extraños, se fue debilitando. La postura de presunta matriarca, defensora de la mujer, ha ido menguando con el paso de los días. Sus alegorías a la cerveza y al libre comportamiento de la mujer, no contribuyeron a acercarle a la multitud. No. Rotundamente la distanciaron.
Secretamente la gente sentía que algo no andaba bien en su alcaldesa, tan amada y respetada en sus inicios. Incluso ahora, por su desenvoltura y perspicacia. Su carisma es innegable. Pocas ecuatorianas han alcanzado ese nivel de poder.
5. ¿Cómo enfrentar al señor Aquiles Álvarez? Aquel que se le apareció como un rayo con destino al sillón de Olmedo. Imagino que decidió esquivarlo para no hacerlo visible, porque el de mayor riesgo parecía Jairala. Premisa nula. Ella no hizo uso de su habilidad personal, que no está en discusión, ni de una actitud mesurada y respetuosa del rival, sino que hizo declaraciones que han podido haber develado algo de menosprecio al contendor.
Es probable que esa conducta egocentrista la haya puesto al filo del abismo, ya que aún los más encarnizados hombres de gobierno del mundo han utilizado la madurez y el equilibrio para zanjar las controversias. Con mayor razón tratándose de un momento tan delicado, como es el momento electoral.
Tenía que hallar el talón de Aquiles del rival y no lo hizo, para desconocerlo. Devaluarlo con la indiferencia, pero no lo logró. El Cardenal Richelieu, con un poco de humildad, aunque fuera fingida, logró llegar a las altas cumbres del poder y se hizo regente de Francia, y como consejero del rey Luis XIII llegó a controlar la nación.
Faltó humildad. Faltó consejo. Faltó lo que a ella le sobra: gracia para electrizar a la multitud y magia para disuadir a quien podría cambiar la intención de voto. Ella ha podido mostrarse con esa miel lejana que atrapa a lo lejos, igual que cuando se entregan las moscas en la miel.
Aquiles no cayó. En la Ilíada, Aquiles tenía un punto débil. En la vida real todos lo tienen. Pero Aquiles, el de los pies ligeros, fue sumergido por Tetis, su madre en la laguna Estigia, tomado de los talones para hacerlo inmortal. Esos talones no se mojaron.
6.- Ese era el punto débil. Cynthia no pudo hallarlo. Al menos el duque de Lampedusa aconseja cambiarlo todo para que todo quede como está. La alcaldesa tenía argumentos de sobra, pero la prepotencia suele turbar el buen sentido. Perder lo ya ganado es doloroso.
Responder con engreimiento puede resultar fatal. La multitud tiene diversas formas de comportamiento.
En las 48 Reglas del Poder, de los escritores Robert Greene y Joost Elffers, hay algunas lecciones de vida sobre el equilibrio emocional. Puedo recomendar también, por haberlo leído varias veces, el libro ROMPA LA CUERDA DE LA COMETA; está en Amazon. Allí hay una cita a la famosa pelea por los pesos pesados del boxeo entre Mohamed Alí y Joe Frazier.
Ni aún destrozado y tambaleante Alí se dejó vencer. Segundos antes de haber dado la orden de suspender el combate, el equipo de Frazier tiró la toalla. Y un desvalido Alí ganó la pelea más importante de todos los tiempos.
Y Julius Lázarus decía: «El pueblo es un soberano sin memoria, el perdón le es tan natural como la ingratitud«.
Sí, aun cuando la figura pública pueda ser amada, en un momento dado puede perder el favor de la masa, y esa misma multitud que llevó a las alturas al favorito, ahora lo considera deleznable y votan por su rechazo. Con poquito menos de vanidad habría salvado la Alcaldía.
Si hubiera tomado un poquito más en serio al postulante que parecía salido de la literatura, ella habría sobrevivido a esta prueba y se habría reelegido. Capacidad le sobra, recursos también.
Nebot no va a perdonarla. Son pequeñas lecciones que da la vida. Hay que pensar que, por más que la demagogia nuble la vista y nos quiera cerrar los caminos y anular el sol, el amanecer existe, y en los tiempos de mayor ceguera el pueblo siempre termina por abrir los ojos.
* Víctor Arias Aroca es doctor en Jurisprudencia. Diplomado en Derecho Constitucional por la Universidad de El Alto, Instituto Latín Juris.