“Tú no tienes fronteras. Los mediocres son malos desde niños y van creciendo con la estaca en el corazón, igual que los licántropos; pero los licántropos mueren y ellos, los malos, siguen con vida, sedientos de sangre viva, oscuros de luz, lamiendo su derrota de no ser ellos mismos.”
Este contenido es parte de REVISTA DE MANABÍ

Por Víctor Arias Aroca *
Siempre la gente esperando a que te caigas. Que te vengas abajo con el mundo que creaste, con tu familia, con tus libros, con tus títulos, con todo. Lo importante es que caigas y si ellos no suben, entonces, ellos, los seres mínimos, van a eliminarte. Lo importante es sacarte del camino porque tú les estorbas.
No admiten el brillo de los demás, lo mismo que la hormiga sufre por el brillo de las luciérnagas y la rana se lamenta no haber nacido con alas.
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Recuerda que aún desde el lodo y el pantano, las cigarras le cantan a la vida y disfrutan el romance de la lluvia. El ciempiés se arrastra, pero llega a las copas de los árboles para admirar el brillo de los luceros que lucen más en la alta noche.
Nunca dejes de cantar, por más que cierren los amaneceres, porque ellos se alimentan de oscuridad.
Les remuerde la conciencia a los sin brillo. Ellos andan oscuros por la vida y no admiten tu luz. No perdonan que te hayas graduado, no admiten tu ideal. No soportan que tengas pensamientos y ellos tienen aullidos. Tú llevas música igual que las guitarras, pero ellos hacen ruido para que no se escuche la magia de tu encanto.
Tú, por favor, no acumules odio en tu espíritu. Deja que sufran ellos, pero tú, inventa tus propias batallas y vence en todas ellas, igual que don Quijote se enfrentaba a los molinos y vencía a los monstruos creados por su mente deslumbrada y amaba a una mujer imaginaria. Dulcinea es el símbolo del amor que no se ve, pero se siente.
Así es el verdadero amor que está presente al interior de tu mundo secreto. Guárdalo, que al envidioso les crecen garfios cuando eres amado y puede hacer daño.
Tú no tienes fronteras. Los mediocres son malos desde niños y van creciendo con la estaca en el corazón, igual que los licántropos; pero los licántropos mueren y ellos, los malos, siguen con vida, sedientos de sangre viva, oscuros de luz, lamiendo su derrota de no ser ellos mismos.
Su miserable estatura no alcanza la dimensión del rayo, pero quieren verte caer, quieren que te derrumbes, que te marchites, que apagues tu alma, que se vengan abajo tus cometas; que el viento de los años se las lleve para evitar el sufrimiento de verlas volar y que los hombres grandiosos llegan a los cielos más altos y alcanzan luceros magníficos para alumbrar el camino oscuro de la tribu que dejaron abajo, sepultada en el abismo de no tener imagen, ni nombre, ni nada.
Entonces los idealistas, los que han surgido derribando grandes murallas de maldad, aplastando el gusano de la envidia, esos son los que pasan los linderos del tiempo, y no tienen frontera y no se cansan de soñar. No dejes nunca de creer en tu sueño, en tus cometas.
No dejes nunca de volar.
* Víctor Arias Aroca, además de abogado y doctor de Jurisprudencia, es poeta, escritor y orador de fuste. Está radicado en la ciudad de Manta (Provincia de Manabí, República del Ecuador). Para comunicarse con él escriba a: corporacionarias@gmail.com