Y “(…) no se redujo a cumplir sus propias metas, ya que lo vimos integrado a las campañas de ciudad, como la consecución de la Universidad (Medardo Mora era su viejo aliado liberal); la lucha por el Hospital y por el agua potable.”
Este contenido es parte de REVISTA DE MANABÍ

Por Víctor Arias Aroca *
Lo conocí por los años 90. Era un activista social, casi un guerrero, que no perdía ninguna. Y, claro, sus batallas eran contra la injusticia y la exclusión.
De tanto darse contra el muro inexpugnable del poder, aprendió con no menos cicatrices, que había que fajarse con todo si querías triunfar en la vida y hacer cumplir tus sueños.
Palo le dieron. Los envidiosos están en todas partes; algunos se mimetizan, se camuflan, se disfrazan de amigos, y están detrás del muro esperando tu caída o provocándola.
Pero esa época fue gloriosa para él y para el Partido Liberal del General Alfaro. Habíamos ganado -y con algún protagonismo- las alcaldías de Manta (con Jhonny Loor) y la de Portoviejo (con Guido Álava). Los liberales barrían las elecciones. Don Ricardo Bowen había sido prefecto, pero ejercía un gran liderazgo para Manabí desde el parlamento.
Salcedo era refranero viejo y tenía escuela de vida. Fue puntual para seguir el esquema de que “al que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija”.
Temas relacionados:
El señor Salcedo fue inteligente y se codeaba con los mejores. Los diputados manabitas le impulsaron algunos de sus proyectos. Entre ellos: Mora, Bowen y otros. Su cooperativa de taxis recibió algunos impulsos. Era la época en que los diputados administraban un cierto monto presupuestario en favor de las instituciones de sus provincias.
Pero además del nivel cooperativo, Salcedo pensaba en grande y mentalizó el Sindicato de Choferes de Tarqui que fue, sin duda, su más grande empresa, su sueño dorado, un espacio para crear choferes, mejorar niveles, fomentar la seguridad, la vialidad, la capacitación de los choferes; todos los sueños en uno.
Y fue escalando, viajando, escribiendo, oficiando a ministros, a subsecretarios, a funcionarios; viajando de noche, viajando de día, con su alforja llena, su portafolios harto de papeles, su billetera vacía de tanto gastar en una empresa que no sabía si podría ser aprobada.

Pero así son los idealistas, piensan en los demás y se olvidan de ellos. Este hombre, incluso, ya con el poderoso Sindicato en marcha y ejerciendo poder y representación en la Federación Nacional de Choferes -que era más poderosa que el FUT, más fuerte que la UNE, más influyente que la CEDOC y la UGTE- no hizo que José Salcedo Castro cambiara, ni siquiera su forma de vestir tipo normal, tipo casual, tipo obrero; y eso era él, un obrero que va fabricando con ladrillos de sueños todo el edificio de una cultura social distinta, en la cual los choferes tuvieran preeminencia y fueran respetados desde el poder. Y lo logró, porque el Sindicato se hizo realidad el 24 de octubre de 1990. Ser auténtico, se llama.
Fueron años de lucha, cientos de cartas, viajes aquí y viajes allá, y hoy podemos decir con soltura que, gracias a la gestión de Salcedo, miles de manabitas tienen trabajo y sostienen hogares dignos, porque los choferes adquieren un título profesional que hoy, en pocos meses, el Sindicato les brinda; que es lo mismo que brindarles un futuro, una profesión.
Algunos demonios le salieron al paso; egoístas de toda catadura y envidiosos a rajatabla que quisieron tumbarlo. Pero Salcedo, inspirado por doña Letty, no se dejaba doblegar. Con humildad, pero con firmeza, resistía y daba combate a la incomprensión y volvía a sus refranes, en especial a su favorito: «la constancia vence lo que la dicha no alcanza».
Y lo siguió al pie de la letra. Persistencia, resistencia y perseverancia. Esos valores fueron el símbolo de su vida. Resistió, como un héroe popular, algunas acciones desleales que quisieron tumbar el Sindicato de Choferes de Tarqui.

Pero allí está su obra, desafiando al tiempo y al espacio, ahora dirigido por su esposa, Letty Loor, que siempre siguió el camino de una madre guerrera, que ejerce una especie de gerencia general; y, por sus hijos, José Eduardo que ejerce la representación legal, y Hernán, que ha concluido su jornada de concejal con amplio reconocimiento y no se reeligió porque no le dio la gana.
Pero la huella sigue. El hombre pensó alto, sintió hondo y habló claro. Se fue por el mundo proclamando que los pobres tienen derechos y que los choferes debían ser respetados. Y él mismo alcanzó el respeto de los señores dirigentes a nivel nacional, como Pedro Álava y José Onofre.
La huella sigue firme, y hoy su Escuela de Choferes tiene todos los reconocimientos de calidad ISO y las academias permiten adquirir todas las clases de licencias, desde la sportman hasta la clase E. Por eso, este instituto, debido a su tecnificación y a la calidad de sus instructores, está en el más alto nivel de la provincia de Manabí.
Salcedo no se redujo a cumplir sus propias metas, ya que lo vimos integrado a las campañas de ciudad, como la consecución de la Universidad (Medardo Mora era su viejo aliado liberal); la lucha por el Hospital y por el agua potable.
Su oratoria de barricada era implacable y daba la impresión de que estaba informado de todo, en especial de los temas sociales. Podía hablar horas sin parar, porque su experiencia lo puso en otra onda. El man andaba preocupado por saberlo todo, ¿saben por qué?, para que no le vieran la cara los vivarachos de Quito y Guayaquil, esos que creen que en Manabí vivimos en las ramas.
José Salcedo ha volado alto. En diciembre de 2020 se fue de este mundo con la misión cumplida. La ciudad le debe un reconocimiento.
Ya en pleno siglo XXI, mientras ejercía como presentador y analista político en Televisión Manabita (por los años 2005 o 2010), lo recibí muchas veces para entrevistas de nivel.
Alguien desde el centralismo quiso desaparecer o sacar de registro a la Escuela de Choferes, pero no contaban con que Salcedo era viejo gallo de pelea y volvió al combate y los arrinconó, demostrando a Quito y Guayaquil que en Manabí sí se puede.
Así que recuerdo siempre con cariño al amigo, y a veces maestro, que luchó por un ideal, igual que otros luchan por su estrella.
José Salcedo es esa estrella lejana que ilumina a Manta, desde el infinito, porque su corazón siempre latió desde abajo, desde los humildes, desde los olvidados del poder, desde los que no tienen voz.
Pero él ahora brilla en el cielo y su mayor sueño hubiera sido que la luz alcance a los líderes de hoy, que tanto tienen que aprender de este gladiador popular que simplemente cambió de domicilio y se ha ido a vivir a las estrellas.
* Víctor Arias Aroca, nacido y residente en la ciudad de Manta (Ecuador), es doctor en Jurisprudencia. Diplomado en Derecho Constitucional por la Universidad Pública de El Alto – UPEA (Bolivia), y por el Instituto Latinoamericano de Investigación y Capacitación Jurídica – Latin Iuris (México). Su e-mail: corporacionarias@gmail.com