Valiéndose de una corta prosa novelesca, Pedro Pablo Jijón recrea la cruel realidad de la emigración ecuatoriana por falta de oportunidades para estudiar, trabajar y realizarse dentro del país.
Este contenido es parte de REVISTA DE MANABÍ
Escrito por Pedro Pablo Jijón Ochoa *
Me escapo a caminar en el campo, a dormir en hamaca, a comer sencillo; a caminar por la ciudad, para ver las necesidades y aprender humildad. Escuchar sabiduría de vida del hombre y de la mujer de pueblo.
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Tocó pernoctar monte adentro, allá donde viven los que son «de a verdad». El viento de la noche penetra por el machihembrado de las tablas del piso. El frío, como cuchillo, corta la piel. Noche cerrada, sin luna, parece no terminar. Angustia a la espera del alba.
Aún no amanece y se entremezclan los olores del corral y del café recién colado. Me quita el sueño el murmullo de una conversación familiar; me incorporo a un balcón con piso de latilla de guadua. Desde allí puedo ver una escena que no veía desde el año 99: infame diáspora que destruyó familias.
Un joven montubio de piel cobriza, sosteniendo en brazos a una niña de churos que le ruega que no la deje sola. Doña Pepita, llorando, persigna y encomienda a Dios al joven. Este aprieta los labios para no gritar; siente un vacío en la boca del estómago por la tristeza profunda; impotencia por la traición y la mentira. Mochila con una muda de ropa, zapatos de trabajo y galonera con agua, marcha rápido por la guardarraya para que no lo vean llorar.
– ¿Qué pasa, doña Pepita?
– ¡Ayy, don Pedro Pablo! Mijo se va a buscar trabajo a EE.UU.; se va por una selva mentada Darién. Es todavía un niño, le tiene miedo a las culebras.
-¿No iba a estudiar y trabajar el desmonte?
– Este infeliz del presidente nos engañó. No hay cupo para la Universidad, no hay precio para cosechas, el Banco nos quiere rematar las tierras, y en la ciudad están vacunados los trabajos.
– ¡Métale fe, Pepita! Su muchacho es jachudo, seguro regresa pronto y con plata.
– ¡DIOS lo escuche, don Pedro!
La oscura historia se repite, porque somos un pueblo de frágil memoria. Como en el año 99 millones tuvieron que migrar por la incautación de sus ahorros, dejando familias destruidas, y niños con sentimiento de abandono, hoy una crisis parecida, con los mismos causantes, hace que otra vez millones vayan al exilio socio-económico.
Geopolíticamente, nuestro país es visto por las corporaciones como un pequeño punto en el mapa, proveedor de petróleo, materias primas agrícolas, minerales como litio (básico para la industria automotriz). Ahora, con actores nacionales, se asocian para el tráfico de armas y drogas, negocios altamente rentables, tanto o más que el mismo petróleo.
Estas corporaciones necesitan gente con alta necesidad, por tanto llevan al poder político a fichas genuflexas que, con «ajustes económicos» contra la población, con recortes del presupuesto para educación, salud e inversión social, llevan a los países a la miseria, provocan crisis socio-económicas inducidas, caldo de cultivo para la delincuencia, el sicariato y la grave conmoción social que estamos viviendo.
La solución a los problemas que causan estos períodos oscuros es la educación, el análisis, inversión en obra pública que genera trabajo, inversión social que genera equidad; mentes abiertas al progreso, a la unidad; cerrar el paso al egoísmo y al oportunismo. Saber elegir gobernantes con visión social.
A las madres, como doña Pepita, paciencia y fe; mientras más oscura es la noche, más cerca está la mañana.
* Pedro Pablo Jijón Ochoa es ingeniero comercial radicado en la ciudad de Guayaquil, Ecuador. Director ejecutivo (CEO) de Asesoría a Organizaciones Agrícolas Productivas (ASESORAP): asesorapecuador@gmail.com