Por José Risco Intriago*

Todos los manabitas conocemos -y los demás ecuatorianos también- que la provincia de Manabí es la tercera más poblada del Ecuador, además de ser una de las cinco que más contribuyen a la formación del Producto Interno Bruto (PIB) del país, con su variada producción no petrolera; y, no obstante, sabemos igualmente que su nivel de desarrollo general es más bien equiparable al de las provincias menos pobladas y con menor aporte económico.

Al hablar de desarrollo aludimos un alto grado de crecimiento económico, seguido del consecuente mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos, expresada ésta en oportunidades de empleo bien remunerado; alimentación saludable y suficiente; viviendas decentes; servicios públicos básicos de buena calidad; ambientes recreativos seguros; oportunidades para el emprendimiento estable y progresista; entre otros componentes necesarios para el bienestar de la población, que en el caso de la provincia de Manabí son incompletos, precarios y escasos para la mayoría, principalmente la que reside fuera de las ciudades de Portoviejo y Manta. 

¿Qué factores conspiran contra el pueblo de Manabí y su merecido desarrollo? ¿Quizás la centralización política del Estado? ¿Ora tal vez el acusado regionalismo entre la Costa y la Sierra? Un poco de cada uno de esos factores concurren, seguramente, al retraso de nuestra provincia; pero es probable que el más decisivo de todos esté en la indiferencia común de los manabitas ante la postergación oficial de nuestras necesidades; y, por encima de ello, frente a la gestión incompetente o torcida de las instituciones públicas, particularmente la de aquellas dependencias a cargo de ¡manabitas!

El territorio provincial de Manabí está preñado de potencialidades naturales muy promisorias, como es patente en las zonas agrícolas de gran feracidad, en la generosa franja oceánica que le corresponde y en los incontables lugares apropiados para el turismo. Por sobre todo eso hay un gran talento humano latente, dispuesto a todos los desafíos a cambio de orientación visionaria -audaz pero honesta-, acompañada de incentivos mensurables. La paradoja que nos preocupa es que, pese a todas esas potencialidades, la provincia no prospera ni se desarrolla socialmente como le corresponde y merece.

Sin embargo, parece obvio que no es razonable culpar a otros de nuestro atraso, responsabilidad de nosotros mismos, que “sentados encima de una mina de oro solo pedimos caridad” en vez de gestionar su exploración, explotación y aprovechamiento. Y con poco que nos esforcemos para encontrar la punta de este ovillo de dejadez y pérdida de oportunidades, asoma claro que se halla en ese liderazgo de caudillos y caciques incultos, que nos emboba desde la época de la Colonia monárquica y que está representado en todos esos políticos -o aprendices de políticos- que se encaraman en el poder público a fuerza de engaño, fraude, amarres de trastienda y mentirosa sensibilidad social.

La población de Manabí necesita un liderazgo de horizontes muy claros, amplios y verosímiles, pensados para desarrollar la provincia en su conjunto y no como medios para halagar vanidades unipersonales, ni menos para aupar carreras de enriquecimiento individual basado en el tráfico de influencias y en el uso y apropiamiento indebido de los recursos públicos.

* Periodista, exdirector ejecutivo de la Cámara de Comercio de Manta, fundador y director de REVISTA DE MANABÍ.
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