ANTE LAS ELECCIONES SECCIONALES ecuatorianas del domingo 24 de marzo del 2019, los electores debemos fijarnos más en la trayectoria personal de cada candidato o candidata, por sobre las promesas de gestión que estos hagan; porque cualquiera puede prometer y engañar, pero lo único cierto es lo que ya hicieron, para bien o para mal.
Hay que fijarse en el comportamiento social dentro de la familia y de cara al público. Todos admiramos y respetamos a quienes observan una convivencia familiar armoniosa, regida por valores morales tales como la bondad, la tolerancia, la cooperación, la solidaridad y la justicia. Y nadie desprecia a quien se desenvuelve en público con civismo, respetando la institucionalidad, las leyes normativas y a las autoridades que las administran.
El aprecio hacia una persona es mayor cuando ésta se conduce socialmente con sencillez, sin alardes ni pretensiones ofensivas, demostrando conocimiento y capacidad de gestión. Estas cualidades son innatas y suelen manifestarse desde la vida estudiantil, acrecentándose después en el desempeño profesional y en la participación pública. Es el tipo de individuos a quienes coloquialmente definimos como de “sangre dulce” o de “buena gente”, personas amistosas y muy confiables.
La gestión de las instituciones públicas -gobiernos seccionales de provincia, cantón o parroquia- hay que confiarla a ciudadanos (mujeres u hombres) con una trayectoria conocida de bien decir y bien hacer. Pueden ser jóvenes sin experiencia puntual en el ejercicio del cargo al que aspiran, pero con un pasado familiar, comunitario y estudiantil digno de merecimientos. Y de los experimentados tenemos que preferir a quienes han cumplido eficaz y honestamente el mandato encomendado, sea este público o privado.
Con toda la experiencia traumática que los ecuatorianos tenemos del reciente pasado político, debemos cuidarnos de aquellas promesas edulcoradas que esconden muchas falsedades. Bien conocido es el refrán que nos advierte: “El camino al infierno está hecho de buenas intenciones”, que es igual a promesas incumplidas.
J. Risco I.