José Risco Intriago*
Cuidar la salud de los habitantes de un país es la misión suprema de un Estado responsable, porque de ella dependen la prosperidad económica, el desarrollo social y, ¿quién lo duda?, la vida misma. Pero, aunque esto sea mandato constitucional del país y enunciado vinculante de la organización mundial de los estados, no suele cumplirse a cabalidad; ya sea por culpa de los gobernantes superiores, de los que administran en el rango medio o de quienes trabajan en la base de la pirámide jerárquica.
En el Ecuador cada día ocurren casos lamentables en que los pacientes buscan un turno para que les atienda un médico y no lo encuentran. Si tienen suerte, la atención se promete para después de uno o tres meses; o, en el mejor de los eventos, en una ciudad distante a la de su residencia. Cuando el paciente es conocido e influyente, o alguien de su parentela cercana lo es, posiblemente reciba atención más temprano.
Recientemente conocí el caso de un joven que se accidentó en Manta conduciendo su motocicleta. Quedó inconsciente y herido en el piso de la calle, y la amiga que lo acompañaba, presa de una crisis de nervios, no atinaba qué hacer. Una conductora de automóvil que vio el accidente detuvo la marcha de su vehículo y acudió presta a brindarles auxilio. Llamó al Cuerpo de Bomberos y solicitó una ambulancia, que pronto acudió a recoger al herido. Esta señora hizo algo más: le facilitó su teléfono móvil a la amiga del motociclista accidentado, para que se comunique con algún familiar y le cuente lo sucedido.
Enterándose que el herido es afiliado al IESS, el conductor de la ambulancia lo llevó al hospital de esta entidad. Pero aquí, al examinar en línea los datos de afiliación del asegurado, encontraron que este todavía no cumplía el periodo mínimo de registro para merecer los cuidados médicos. Así que no lo atendieron, ni siquiera lo examinaron, y después de perder valiosos minutos de espera, el conductor de la ambulancia tuvo que correr a un centro hospitalario del Ministerio de Salud llevando al herido hasta allí.
¿Es justificable que el IESS niegue atención médica urgente a un mal herido, solo por la falta de una formalidad administrativa? Bien pudo darle los primeros auxilios y luego derivarlo a la casa de salud ministerial, encontrando después una fórmula de restitución de recursos, con el Ministerio o con los familiares del paciente.
Otro defecto lamentable de la salud pública ecuatoriana es la imprevisión en momentos cuando hay alta demanda de servicios médicos. Los pacientes, aun aquellos cuya salud es crítica y requieren atención inmediata, deben esperar mucho tiempo hasta que un médico les asista, trátese de medicina general o de especialidades. Nos parece que toda casa de salud debe contar con los profesionales necesarios para superar estas faltas imperdonables.
Hay más, mucho más, pero lo comentaremos poco a poco.