Fragmento de un estudio efectuado por la carrera de Ingeniería Ambiental de la Escuela Superior Politécnica Agropecuaria de Manabí.

Por Holanda T. Vivas Saltos * / Calceta / 28-10-2021
Los sistemas agropecuarios han estado sujetos a constantes cambios, debido a las crecientes necesidades de la población que demanda mayores cantidades de productos alimentarios para satisfacerlas.
Manabí es la provincia del Ecuador que ocupa una mayor superficie para el desarrollo de actividades con fines agropecuarios, con un área aproximada de 709.241 has (INEC, 2020) distribuidas en pastos cultivados (38,85 %), cultivos permanentes (28,17 %), pastos naturales (17,92 %) y cultivos transitorios y barbecho (15,06 %).
La mayor parte de la población manabita basa su economía en las actividades agropecuarias (60 %), debido a su alto potencial y capacidad de uso agropecuario que alcanza el 70,69 % (Gobierno provincial de Manabí, 2017); y el 29,31 % se distribuye para fines de conservación y asentamientos humanos. Sin embargo, estas actividades ocasionan una creciente presión sobre los recursos naturales, obteniendo como consecuencia la devastación de los bienes y servicios ambientales.
EL OBJETIVO del presente fragmento de estudio es conocer cómo influyen las actividades agropecuarias en la contaminación atmosférica de la provincia de Manabí.
Las actividades agrícolas han contribuido a lo largo de los años a la intensificación de la contaminación atmosférica, debido a las prácticas tradicionales en este importante sector productivo. Enfatizando: contaminación acústica causada por los altos niveles de presión sonora emitidos desde maquinaria para efectuar actividades de laboreo, Otro impacto es la emisión de material particulado, asociado a la combustión; el uso de productos fitosanitarios en polvo y la quema de rastrojos, además de que ha contribuido en las emisiones antropogénicas de Gases de Efecto Invernadero (GEI). No obstante, otros aspectos convierten a la agricultura en netamente emisora de GEI, fundamentalmente CH4, CO2 y N2O, debido al consumo de energía en el empleo de maquinaria y el transporte de inputs y de productos agrícolas. Consecuentemente, los insumos utilizados requieren grandes cantidades de energía para su fabricación, principalmente plásticos y fertilizantes nitrogenados.

Se estima que a nivel global la actividad agrícola es responsable de la séptima parte de las emisiones totales de GEI, representando el 24 % de estas y contribuyendo a un efecto invernadero forzado, el cual provoca el calentamiento global que afecta fundamentalmente al clima, mientras que las actividades pecuarias han causado la pérdida de hábitats, degradación y fragmentación ambiental, pérdida de biodiversidad terrestre, deterioro del funcionamiento de los ecosistemas, entre otros.
Lo mencionado anteriormente afecta la calidad del aire, lo que imposibilita contar con niveles de inmisión que estén en consonancia con la legislación ambiental.
Por lo expuesto, los gobiernos seccionales, según el ámbito de sus competencias, deben establecer proyectos y programas sostenibles de los sistemas agroproductivos, promoviendo las buenas prácticas agropecuarias y los sistemas agroforestales en los diferentes niveles. De esta manera se contribuirá con una producción más limpia y la provisión de alimentos seguros para la población manabita, en consonancia con el objetivo 12 (Producción y consumo responsable) de la Agenda para el desarrollo sostenible propuesta por la ONU.
* Holanda Teresa Vivas Saltos es ingeniera y magister en Ciencias Ambientales, desempeñándose actualmente como catedrática de la carrera de Ingeniería Ambiental en la Escuela Superior Politécnica Agropecuaria de Manabí (ESPAM) – Manuel Félix López (MFL), campus matriz en la ciudad de Calceta, Cantón Bolívar de la provincia de Manabí, República del Ecuador. Es articulista de opinión voluntaria para REVISTA DE MANABÍ, siendo esta su primera contribución.