“Un psicópata bueno que logró escudriñar los intersticios del pensamiento humano, abre todas las puertas a lo salvaje y conduce a la selva -no explorada del todo- de la maldad humana.”

Este contenido es parte de REVISTA DE MANABÍ

Por Víctor Arias Aroca

El estupendo poeta ecuatoriano, Hugo Mayo, abanderado de la vanguardia, se hizo de un nombre a principios del siglo XX,  no solo por su amistad postal con Juana de Ibarburou y Tristan Tzara, sino por lo que él llamaba la búsqueda de lo sorprendente.

A Edgar Allan Poe, su deslumbrante y deslumbrada memoria lo llevó por los recovecos de la angustia a crear una obra irrepetible. La condición humana en todas sus formas, en especial las formas más tenebrosas del pensamiento, los resquicios del alma impura y el abismo del miedo, son las categorías que se describen siempre provocando estupor. Un psicópata bueno que logró escudriñar los intersticios del pensamiento humano, abre todas las puertas a lo salvaje y conduce a la selva -no explorada del todo- de la maldad humana.

Mi amigo Gonzalo Burbano, quien me habló hace mucho tiempo de Poe, sostenía que el propio poeta bostoniano aconsejaba leer sus libros en la estación más oscura de la noche, a la luz de una vela, para que los fantasmas te atrapen, mientras te hundías junto a la estructura completa de la mansión de Roderick Usher a cuya hermana Madeleine ha enterrado viva antes de hora. Por último, lady Usher reaparece entre viva y muerta y viene la catástrofe.

FOTO: Sin Tarima Libros (Tomada de Google)

Un poco, ese es el argumento de una de las obras más impresionantes de Poe; acaso la más famosa, que bien vale la pena recordar en los 200 años del nacimiento de Edgar Allan Poe.

Al escritor ecuatoriano Egar Allan García, su padre bautizó con el nombre del gran americano y le trazó el camino de su luminosa carrera.

Poe, junto a Whitman y a Faulkner, son las figuras más influyentes de la literatura norteamericana.

Pero eso no es todo. Acabo de reclamar en una publicación de Twitter, que promulga la nómina de obras de Poe en la que no aparece la mansión de Usher. Tampoco aparecen los crímenes de la Rue Morgue. Esta, curiosa narración de unos extraños asesinatos, que solo ha podido concebir la mente deslumbrante de Poe, y que han podido resolverse a través de la navaja que portaba el primate escapado de la selva o del zoológico, pero que nadie había visto.

El que desea pasar unas horas de conmovedora lectura paseando por los jardines tenebrosos de la mente humana, debe tomar los libros de Edgar Allan Poe, tomarse una valium 10 y sumergirse en el dulce pantano de su literatura. 

* Víctor Arias Aroca. Reside en la ciudad de Manta (Ecuador). Doctor en Jurisprudencia. Diplomado en Derecho Constitucional por la Universidad de El Alto, Instituto Latín Juris.

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