Con su genial prosa crítica, revestida de ironía, el jurista y escritor ecuatoriano Víctor Arias comenta la reciente fuga de una exministra de gobernanza, que se hallaba refugiada en una Embajada y ha puesto en tensión las relaciones diplomáticas de dos países fraternos.

Por Víctor Arias Aroca *

Alguien le dijo a la ministra: ¡escápate! No hay otro camino. El salvoconducto es imposible; sería un golpe mortal al Gobierno. No van a dártelo.

Entonces la ministra, viendo que no tenía opciones diplomáticas, se puso a estudiar a fondo a Harry Houdini. Vio que el gran escapista salía desde debajo de la tierra, por encima del fuego y, aún en el tanque de vidrio lleno de agua, el man se escapa porque se escapa.

Por eso aprendió que, una vez en el circo Bush de Berlín, el gran escapista fue introducido encadenado y boca abajo en un tanque gigante de cristal lleno de agua semicongelada. Los testigos fueron miles de alemanes, que confirman que Houdini salió libre pocos minutos después de que el tanque fue cubierto con un manto. ¡El público lo ovacionó!

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Lo que no sabe la ministra es que el man se aprendió de memoria la estructura mecánica de todas las cerraduras de este mundo, lo que le tomó años de estudio y preparación. También diseñó un sistema de pesos y andamios bajo la tarima, que lo hacían hundirse por un lado y aparecer al instante en el otro extremo del escenario.

Es decir, la magia existe, pero no se logra tres días después de un asado. Al menos, no lo logra una sola persona.

Aquí se ha producido una conjura, un comportamiento parecido a la actuación del Circo Huancavilca, según se sabe.

Cuando tocaba el número de las hermanas Charasani, mentalistas y adivinadoras profesionales, ellas salían con los ojos vendados. Todos los artistas cumplíamos un papel previamente acordado. Entonces, el animador pregunta: A ver, Sarita y Olguita, ¿qué tiene en sus manos el señor que está en galería? Se ponía de pie uno de nosotros y alzaba una flor. Entonces la adivinadora respondía: ¡Una flor!, y la gente se derramaba en aplausos. Claro, nadie sabía que hubo un orden establecido, que hacía imposible equivocarse.

Algunos funcionarios diplomáticos se creen muy listos. Eso está bien, pero no nos crean imbéciles.

Harry Houdini murió en 1926, en EEUU, lejos de su natal Hungría, pero adorado por la multitud americana que lo convirtió en un ídolo. «Mi cerebro es la llave que me hace libre«, habría dicho el gran escapista. En cambio a la escapista su cerebro la hizo ser sentenciada. Es terrible esta historia.

¿Será que al Ecuador lo tienen, lo interpretan como habitado por faunos? No lo sé, pero da pena como se burlan de un Estado, de una nación.

El escapista más famoso del mundo se llama Frank Morris. Su escape fue tan exitoso, que nunca fue encontrado. Él, en compañía de los hermanos Clarens y John Anglin, elaboró un plan para escapar de una cárcel que el Estado americano había construido a prueba de escapes. Morris escapó junto a los Anglin una fría noche de junio de 1962. La prisión se llamaba Alcatraz y fue conocida como La Roca, en la Bahía de San Francisco, al oeste de EE. UU., Océano Pacífico.

Si Morris y los otros lograron vencer a cientos de tiburones que pueblan la distancia entre el pueblo y la isla, es obvio que han logrado hacer algunas cosas más. Hay evidencia histórica de que los escapados de Alcatraz vivieron en Brasil, igual que ese escapista archifamoso denominado “El ángel de la muerte”, el doctor Josef Mengele, y también otro escapista de la cárcel, el famoso Ronald Biggs, del asalto al tren de Glasgow, de agosto de 1963, que vivió hasta 2013 en el Estado de Minas Gerais.

Ahora mismo recuerdo un escapista de fábula. Se llama René “Papillon” Belbenoit, acusado en Francia de una falta menor, fue condenado a una cárcel en Guayana francesa, que tenía dos límites: el mar y la selva. Así que él se arriesgó a la selva y, en la oscuridad de la noche caribeña, se armó de valor y luego de un millón novecientos sesenta y seis mil picaduras de insectos, igual que Isabel de Godín en el Amazonas, logró regresar a Francia donde fue absuelto y declarado inocente.

No podríamos afirmar que la escapista lo fuera también, pero para nosotros, los artistas de circo, lo que vale es el número, y este número la ministra lo convirtió en atracción, como cuando el Circo Egred Hermanos llegó a Guayaquil con una sirena viva. Esa es una máxima atracción.

Ahora, escaparse es una obra del ingenio y la audacia. Esta es la combinación perfecta. Es un axioma. El escapista profesional sabe caminar sobre ambas bases, igual que el que camina en zancos. No sabemos qué otros artistas fraguaron el escape de la embajada en Quito, realizado el día viernes 10 de marzo en la noche. Probablemente nunca se sabrá.

Como hombre de circo les puedo decir que, aunque el público no alcanza a descubrirlo, algunos de los saltimbanquis del elenco realizan tres y cuatro personajes, pudiendo ser al mismo tiempo trapecista, fakir, lanza cuchillos, contorsionista y mago. La gente lo ignora, porque el dueño del circo nos hace cambiar de ropas y maquillaje en forma inmediata, violenta.

Algo pasó en la embajada. Pero bueno, lo cierto es que los escapistas no querían sentir hambre durante el viaje y se hicieron preparar una suculenta cena que incluyó carne de res, de cerdo, de conejo, bife de chorizo, costilla, picaña y colmillos de jabalí. Carne de murciélago de Wuhan, importada de China. Chimichurri preparado por el ex candidato a prefecto de Pichincha. Pollo, sardina, ancas de rana del Amazonas, mote blanco, mote negro y mote pillo (Por ahora no hablaremos de pillos, porque estamos en modo hechicería).

La cena fue fabulosa. Todo en abundancia, como es propio de gentes principales. No se sabe si fue el síndrome de «Como agua para chocolate», pero alguna Tita entró en la cocina. Y claro, alguien anunció que había empezado a sentir guru guru en el estómago y se armó el corre corre.

La escapista se dirigió al baño de la embajada en compañía de su pequeño hijo. Se habían cuidado de no probar bocado y a punta de agua tónica resistieron la noche entera. Desde luego, ella solo pasó por el baño y continuó a la cochera en donde estaba un chófer, previamente contratado, en vehículo tipo Mercedes Benz, con banderitas en los costados, vidrios oscuros y… run run, ¡pa’ fuera!

Es posible que en algún aeropuerto privado, tipo El Aromo, se haya embarcado. Lo cierto es que, a las 9 de la mañana del día siguiente, ya estaba elegantemente vestida, con blazer del color que tienen los pétalos de las retamas (que nunca he sabido qué color es), blusa de cuello de pajarita, sombrero tipo Lady Di, falda de torero y cartera -esa sí- de Louis Vuitton; zapatos de color verde, del diseñador Carlos Molina, solicitados por Vito Muñoz.

Me olvidaba decir que los otros invitados a la cena quedaron embarrados. Así, están embarrados los subalternos de los jefes diplomáticos de dos embajadas de Sudamérica que, francamente, la cagaron. Gertrudis, personaje de “Como agua para chocolate”, hermana de Tita, ha llegado a decir (luego de que su hermana provocara una cagadera pública por venganza, en la boda de su hermana a cuyo novio amaba, poniendo en la comida una alta dosis de leche de magnesia Philips), esta histórica frase: «La mera verdad, es que verdad no existe

Sí, señores. La verdad nunca llegará a saberse. La verdad es una corona que todos pretenden esconder. En materia de diplomacia es aún peor. La diplomacia es la madre del silencio. El que habla demasiado no se admite en diplomacia. El que opina de todo, tampoco. De yapa, existen prohibiciones legales para investigar el comportamiento en una embajada, pues, se entiende que el poder del Estado es supranacional y las embajadas gozan de soberanía, diríamos. Así que la verdad nunca va a saberse, háganme caso.

La señorita verdad, después de enamorarse, perdió la compostura y se ha marchado muy lejos, al país de los chongos solitarios, adonde no puedan encontrarla si es que acaso la buscan. Mejor dicho, se convirtió en lucero; ha pasado a ser una súper nova, esas estrellas que se componen únicamente de luz, porque ella ha muerto hace tiempo, ha explotado hace siglos de tanta luz acumulada, y lo que vemos es apenas el reflejo de lo que fue su brillo, porque ella se extinguió hace milenios.

¡Qué pena que la verdad no está disponible por ahora! Con todo, pídala en Amazon. Ojala aparezca. Pero lo que es ROMPA LA CUERDA DE LA COMETA, este sí hay, es un librote. A propósito, ¿dónde está la ministra?

* Víctor Arias Aroca, nacido y residente en la ciudad de Manta (Ecuador), es doctor en Jurisprudencia. Diplomado en Derecho Constitucional por la Universidad Pública de El Alto – UPEA (Bolivia), y por el Instituto Latinoamericano de Investigación y Capacitación Jurídica – Latin Iuris (México). Su e-mail: corporacionarias@gmail.com

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