“Usted, sí. Usted que ha resistido dos veces la visita del mal y ha salido indemne, no puede fallarle ni a Dios ni a su pueblo, un pueblo cuyo único pecado es soñar.”

Por Víctor Arias Aroca *

Vino de adentro, del arrabal profundo. De niño cruzó ríos y quebradas desafiantes. Él sabe bien lo que es ir a la escuela con la misma camisa todos los días.

Hizo cometas con tiras de caña y papel periódico. Pero siempre las cometas de los niños pobres son las que tienen los colores más brillantes y alcanzan los cielos más altos.

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Haber llegado a concejal de una ciudad importante, capital de provincia, no le subió los humos. Los que andan cerca me confirman que sigue siendo igual que el niño que vio cómo la lluvia inundaba la comarca y se sabía de memoria el libro de la pobreza.

No tiene nada que envidiarle a Vicente Mendoza, a Delgado o a Casanova, que tienen el mismo origen. Pero Pincay se ha enfrentado dos veces al monstruo del horror. Eso agrandó su alma, afinó su inteligencia, fortaleció su espíritu y lo puso a boca de jarro de la gloria (Ya hablaremos de eso más adelante).

Pincay recibe su credencial electoral de manos de Estela Acero, vocal del CNE. / FOTO: CNE Manabí

Ser concejal de un alcalde como Casanova no era fácil. Casanova era entregado al trabajo y organizaba su tarea con espíritu de guerra para que no fallara ningún ataque. Con frecuencia ese tipo de personalidad eclipsa a los demás integrantes del cabildo y los lleva a la sombra.

La misma ley es una ley pendeja, que desafecta a los concejales que bien podrían empujar el carruaje del alcalde cuando va bien direccionado. En la vieja ley de régimen municipal la autoridad la ejercía el concejo.
Con el COOTAD cambió la cosa.

Hoy el concejal que quiere lucirse debe luchar para que el alcalde no le apague la luz. Pues el alcalde es, así como lo dispone la ley, un pequeño emperador. El que sabe hacer lo suyo supera ese espacio y se consagra, como Intriago en Manta y Casanova en Portoviejo. El que se deja acorralar del concejo también es pecador a su manera.

Así que lo mejor es tomarse de las manos y empujar, todos, la cuadriga, que llevó a Roma a ser el imperio más grande del mundo. En Roma, donde nació la república y las ciencias políticas, nadie osaba hacer críticas estúpidas ni se oponían al bien de las ciudades estados y de las comunidades. Eso les ha faltado aprender a algunos.

Pero bueno, Pincay hizo gala de sencillez y humanidad mientras fue concejal rural y se lució al ponerse del lado de su gente. No se cambió de banda. Y, como pudo, mantuvo incólume su propia imagen de forjador de sueños y trovador de la tablada.

El alcalde Pincay (der.) junto al prefecto de Manabí, Leonardo Orlando. / FOTO: CNE Manabí

Eso fue suficiente, sin grandes galas, sin títulos rimbombantes, sin mucha corbata, sin ternos italianos, sin lámpara, sin ser boquilla; y se fue haciendo el aliado silencioso de la multitud que soñaba con un representante al natural en la Alcaldía.

Alguien que no deje de ser humano porque está en el cargo. Alguien que no parezca lejano e inalcanzable. Que se baje del ovni. No hay ninguna contradicción entre ser natural y ser alcalde, por favor.

Yo he sido crítico de Jorge Zambrano, pero Jorge, que fue elegido 4 veces alcalde de Manta, nunca hizo alharaca ni se acompañaba de esa tropa goriloide que lo cuidara. Esa que los acorrala, esos agentes que -de inmediato- separan de la multitud al adefesioso que se sobreprotege o teme alguna movida. Zambrano tiene otra virtud: siempre contesta el teléfono.

A Xavier Pincay le esperan más altos destinos. Su figura va a crecer con su gestión. Para suerte de él, le salieron en el camino una pléyade de concejales de alta graduación y de capacidad y arrojo, que están listos a seguir hacia la conquista de una ciudad modelo que ya se dejó empezada.

No puede seguir, ninguna ciudad de Manabí, siendo menos que Quito, Guayaquil o Cuenca. Tenemos los mismos deberes y las mismas atribuciones. ¿Por qué será? ¿Qué se han creído, que porque somos cholos y montubios nos van a ignorar, nos van a hacer menos, nos van a seguir discriminando? ¡No, señor!

Javier Pincay, alcalde de Portoviejo 2023 – 2027. / FOTO: CNE Manabí

Llegó la hora de pararnos en firme. Usted, señor Pincay, es un paradigma de luchador. No va a permitir que nos humillen. Con fortaleza y entereza se pueden lograr muchas cosas del gobierno central, cualquiera que sea. Usted se va a hacer respetar como corresponde.

Usted, sí, aquel al que el terremoto le causó un daño irreparable, que la gente no olvida. El sacrificio de su familia es la luz que lo ilumina desde lo alto para que nadie nos pueda negar el sol. Los ojos de su familia lo están mirando desde el cielo con la grandeza del amanecer. Su corazón, que se estremece con el recuerdo, lo llevará por las praderas verdes de la realización y el éxito.

Usted, sí. Usted que ha resistido dos veces la visita del mal y ha salido indemne, no puede fallarle ni a Dios ni a su pueblo, un pueblo cuyo único pecado es soñar. Un pueblo grande. Pueblo con biografía. Maravilloso y único.

En biografía del pueblo, que un poeta llamado Horacio Hidrovo Velásquez describió así: «El pueblo siempre estuvo mirando desde abajo, porque no tiene tierras; las calles son del pueblo, porque no tiene ropas; son suyas las banderas, porque no tiene camas; sueña sobre un andamio

Así nomás. Portoviejo tiene el alcalde que se merece, llegado desde el humedal, desde la jungla, desde el monte, desde donde nos viene el eco tierno de las lluvias de abril, y desde donde nos llega la caricia de Dios convertida en mango y tamarindo.

Desde allá, desde los pueblos pequeños, que es de donde vienen grandes personajes, como Leonidas Plaza que vino de Charapotó, Alfaro que vino de Montecristi, que eran pueblos mínimos entonces.

Usted nos va a llenar de orgullo, igual que grandes manabitas que nunca perdieron la humildad y llegaron a puestos estelares, como Gonzalo Abad Grijalva, Alfonso Quijano, César Acosta, Cicerón Robles, Ignacio Vera Fabre, Sócrates Navas, Pedro Zambrano, Ignacio Hidalgo, Darío Moreira.

Igual que nuestros novelistas: Oswaldo Castro, Luis Félix, Othón Castillo, Nelson Vera, Ruisdael Cedeño. Igual que nuestros poetas que construyen naciones de ensueño y no se cansan de jugar con las palabras. Igual que nuestro mar, nuestros ríos, nuestras balsas y nuestros montes.

Usted, el alcalde que vino del río.

* Víctor Arias Aroca, nacido y residente en la ciudad de Manta (Ecuador), es doctor en Jurisprudencia. Diplomado en Derecho Constitucional por la Universidad Pública de El Alto – UPEA (Bolivia), y por el Instituto Latinoamericano de Investigación y Capacitación Jurídica – Latin Iuris (México). Su e-mail: corporacionarias@gmail.com

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