El COE cantonal no debe bajar la guardia. La flexibilización de las medidas de restricción no significa que las autoridades se desentiendan de la prevención y la salud de los ciudadanos. Dar luz verde a un evento frívolo como un concurso de belleza, contrasta con el silencio ante el cierre del centro de aislamiento de “El Aromo”, clave en la lucha contra la pandemia
David Ramírez*
Es incuestionable que la segunda ola de la pandemia de COVID-19, que los expertos médicos habían pronosticado, está en su pleno curso. En Europa, Estados Unidos y algunos países del hemisferio en donde se creía que lo peor de la crisis sanitaria había pasado, en estos días experimentan índices alarmantes de nuevos contagios.
Ahora bien, el rebrote del coronavirus está siendo exacerbado en gran medida por la imprevisión y populismo de los políticos, más interesados en agradar al pueblo con veleidades, que responder a la altura de la catástrofe que estamos experimentando.
A partir del 13 de septiembre en que concluyó el estado de excepción, que estuvo vigente desde el 16 de marzo en Ecuador —en el marco de la ‘nueva normalidad’ hacia reactivación—, lo prudente por parte de las autoridades es evaluar y dar paso solo a las actividades estrictamente esenciales.
En consecuencia, todo evento que represente aglomeraciones de personas y, por ende, la posibilidad del más mínimo riesgo de propagación del virus, debe ser evitado, ya que por más que se exija “corresponsabilidad” a la población en la necesidad de usar mascarilla, mantener el distanciamiento social y lavarse constantemente las manos, siempre habrá un margen de incumplimiento que propicie el contagio.
La realización del certamen Miss Ecuador, anunciado en Manta para el 17 de octubre, no es de lejos un evento esencial. Vale citar como antecedente que la Secretaría Nacional de Riesgos y Emergencias mantuvo un ‘tira y jala’ con el COE nacional sobre si debían autorizar el evento de belleza, inicialmente prohibido por este último organismo, por contravenir las precauciones obligadas por la pandemia de COVID-19.

El COE cantonal de Manta no debe bajar la guardia. La flexibilización de las medidas de restricción no significa que las autoridades se desentiendan del objetivo principal que es la prevención y garantizar la salud de los ciudadanos. Dar paso a frivolidades como un concurso de belleza -e inclusive ya estar pensando en otras celebraciones masivas-, no se compadece con el sentido común y la más elemental sensibilidad en medio de una crisis humanitaria.
Cierre de “El Aromo”
En contraste, es gravísimo el silencio del COE de Manta sobre el cierre del centro de aislamiento de “El Aromo” para pacientes con COVID-19, desde el pasado 30 de septiembre. Hasta la fecha no se ha pronunciado al respecto, ni mucho menos ha dicho dónde serán aislados y recibirán atención quienes continúan siendo diagnosticados con el SARS-CoV-2, el virus que produce la enfermedad.
Apenas la semana pasada —el miércoles 7 de octubre, para ser precisos— los tripulantes del CAP. BERNY y el FORTICA, dos barcos de la flota pesquera de Manta, fueron reportados con síntomas leves por COVID-19, por lo que se vieron obligados a retornar a puerto de emergencia.
Hasta donde se pudo conocer, ante el cierre de “El Aromo” los armadores enviaron a los pescadores a hoteles para que sigan la cuarentena, la cual, si bien es una opción, de ninguna manera equipara a la atención médica que reciben en un centro de aislamiento.
La segunda ola es real
El alcalde, que preside el COE de Manta, haría bien en dar un vistazo a lo que ocurre más allá de su territorio. El mundo sigue sumando a cada minuto más muertes y los nuevos contagios diarios confirman que el virus continuará entre nosotros por un tiempo aún no precisado por los especialistas.
Nueva York no solo fue el epicentro de la pandemia en Estados Unidos, sino del mundo, donde por varios días murieron más de 700 personas diarias. Luego, como resultado de las medidas de restricción más rigurosas de las que se tenga precedentes, los líderes de la ciudad lograron estabilizar la curva y paulatinamente se bajó el índice de contagio a niveles mínimos.
La respuesta de Nueva York sirvió de modelo al mundo de cómo, después de encarar la fase más dura de la crisis, alcanzó resultados extraordinarios con las medidas preventivas de control. Pese a toda la rigurosidad implementada para mantener a raya a la COVID-19, quienes vivimos en la Gran Manzana estamos experimentando hoy en carne propia el recrudecimiento de la COVID-19.
Las fases de apertura de la ciudad de Nueva York nunca significaron un relajamiento total y el enfoque siempre estuvo en la prevención, una lección que debe ser interpretada por nuestra clase política. La frivolidad no debe imponerse al interés supremo de velar por la salud pública. Esa debe ser la diferencia.
* David Ramírez, periodista manabita que vive en los Estados Unidos, es editor de El Diario en la ciudad de Nueva York. Ocasionalmente colabora con artículos de su autoría para que sean vistos por los lectores de REVISTA DE MANABÍ.