“Pues tan infausta es la mala suerte del interpelante, que -justamente, precisamente, exactamente- ese delito político superviviente, el de presunto peculado, es el que no aparece por ninguna parte. ¡Suerte de Lasso!”

Por Víctor Arias Aroca *

El día 1 de marzo (2023), en mi artículo: «¿Por qué se cae el juicio político?», habíamos anunciado -con un poquito de saber político y algo de hechicería- que el juicio se vendría abajo en forma inexorable. Incluso habíamos enumerado las razones puntuales por las que el juicio político, originado en faltas políticas de carácter penal (infracciones de tipo penal que se convierten en delitos políticos), implica una argumentación jurídica muy superior a la que se ha esgrimido, para poder sostenerlo.

A lo mejor pudo haber cuajado, porque en un momento dado el Ejecutivo pareció débil. Ahora resulta que lo que habíamos dicho, hace 50 días, se cumplió al dedillo. Y el juicio ha caído en forma catastrófica.

Ya había caído mal, por la suerte recurrente de errores de presentación, errores gramáticos y errores de carácter legal. Pero ahora se vino abajo del todo y el presidente ha salido ganando por goleada.

Otros temas aquí, en REVISTA DE MANABÍ:

El juicio ya estaba en el piso el día en que la Corte Constitucional señaló que, en apariencia de buen Derecho, el único delito probable que podría entrar al proceso sería el de peculado. Ellos quedaron desarmados, pues los empujadores del juicio propugnaban tres causas para tres castigos. Dos se cayeron, esto es: concusión y cohecho. Ya la  traición a la patria había sido desechada, porque era insostenible e impracticable. Así quedó indemne únicamente el peculado.

Pues tan infausta es la mala suerte del interpelante, que -justamente, precisamente, exactamente- ese delito político superviviente, el de presunto peculado, es el que no aparece por ninguna parte. ¡Suerte de Lasso!

Ahora, los proponentes del juicio han puesto a circular una cartilla en la que invocan, desesperadamente, a la muerte cruzada; para que venga, con ese estilo de muerte amada como hacen en México (donde han convertido a la muerte en una santa), y le exigen que se haga presente para que haga justicia y vaya cargando con Lasso y toda la buena suerte que le acompaña.

Lasso fue a Santo Domingo de los Tsáchilas y le hicieron una limpia que no pudo salvar ni el peroné, ni la inflamación renal. Pero le salvó la campana. Lo endulzaron al man. Lo hicieron aceptable, digamos, aunque antiguos aliados, como el señor Carlos Vera, empezaron a denostarlo francamente. Dijo: «el problema del Gobierno es el presidente de la República, con sus cambios de humor» (Textual).

De yapa, salieron al paso los doctos maestros del Derecho constitucional, que hablaron bien clarito de cosas que la multitud no entiende; y Benavidez, Oyarte, Quintana, Chalco, García y otros, se encargaron de humillar a los legisladores proponentes del juicio, identificando sus debilidades; y el ex presidente de la Corte Constitucional, Dr. Hernán Salgado, les llamó analfabetos.

Hasta aquí debería llegar la crónica; pero no, hay más, muchachos.

Las personas citadas a la Comisión rectora del proceso (que es la Comisión de Fiscalización), entre ministros, ex ministros, contratistas, gentes del petróleo, gentes de negocios y empleados públicos de altura, han hecho comprender que el contrato señalado como acto de corrupción, o que podría originar corrupción, no se firmó en el gobierno del señor Lasso. ¡Santa muerte!

Lo dicho, no hubo delito, y si lo hubo no es atribuible al presidente. ¿Saben lo que eso significa? Significa que el juicio está perdido, que pocos partidos y movimientos políticos integrados en la Asamblea se van a atrever a dar un voto por una censura, ante un acto no cometido por el acusado.

Ya habían inventado la teoría -esa sí le hizo salir más fuegos a Oyarte y compañía- de que existía el delito de comisión por omisión. Dicho de otra manera: el delito fue cometido por el que no lo cometió, porque no lo evitó. (Por aquí pasa corriendo el deportista, llega al filo del abismo, el man no para y se lanza al vacío y muere desnucado. Como yo estaba cerca y no logré contenerlo, pues, fácil, soy el homicida del pobre atleta porque estaba obligado a detenerlo). Son locuras de los tiempos.

Mis profesores sí me enseñaron bien quien resulta responsable cuando se ha podido evitar una desgracia. Eso es otra cosa. Pero, comisión por omisión, es propio de la vecindad de los señores que, habiendo perdido la cordura, se hospedan en el hospicio del Doctor Lorenzo Ponce.

Ahora ha quedado al descubierto cuál fue el pecado mayor en la teoría del juicio político. La sana crítica no ha podido operar. El buen sentido tampoco. ¿Saben por qué? Porque el juicio no iba directamente orientado a reparar un daño, corregir un defecto o separar a un funcionario por corrupto. No. La idea era una sola: fulminar al presidente, sacarlo del camino y aligerar otra elección para ver si, en la que va y en la que viene, se producen otras chances, vienen elecciones y otros actores vuelven al poder.

Se pusieron una venda en los ojos y cera en los oídos. No quisieron oír. En el caso de los navegantes de Ulises, el tapón de cera en los oídos sí dio resultado porque, ni Ulises amarrado al mástil ni sus soldados, sucumbieron al hechizo de las sirenas que se transmite por el canto enloquecedor.

En la presente causa les hablaron, les cantaron, y les gritaban: “eso está mal, no lo hagan así, se va a caer el juicio”. No quisieron oír. Allí está, el juicio está caído, irremediablemente.

El debate, incluso, podrá hacerse en el pleno de la Asamblea, pero el proceso nació con dos cabezas y fue bidecapitado. Y Lasso está parado, hoy más que nunca, con ese andar que recuerda a Pancho Segura, a Garrincha y al capitán Ahaab de Moby Dick, y con ese pasito tun tun les ha dado una lección de cumbia, paseíto, saltashpa y cha cha chá.

* Víctor Arias Aroca, nacido y residente en la ciudad de Manta (Ecuador), es doctor en Jurisprudencia. Diplomado en Derecho Constitucional por la Universidad Pública de El Alto – UPEA (Bolivia), y por el Instituto Latinoamericano de Investigación y Capacitación Jurídica – Latin Iuris (México). Su e-mail: corporacionarias@gmail.com

Anuncio publicitario