Por David Ramírez*

Dedico estas líneas para desear muy profundamente la pronta y completa recuperación de nuestro hermano de mil batallas, el poeta Arias.

Hablar de Víctor, ‘el negro’ Arias, es remontarse a más de 40 años atrás en que, con su encendida oratoria, acaparara los premios nacionales de declamación, poesía y cuento. Sin lugar a dudas, es recordado como el más brillante de una generación irrepetible, que se fraguó en los predios del glorioso ‘Cinco de Junio’.

De esa época a la fecha, Víctor Arias ha desarrollado una brillante carrera como abogado constitucionalista y, paralelamente, polemista y acucioso entrevistador de televisión, de tal forma que es un referente en el ámbito de la justicia, como un ícono de la comunicación.

Por esa significación, creo interpretar la preocupación de amplios sectores de la ciudadanía mantense, que estamos pendientes y oramos por el restablecimiento de Víctor, quien tiene en pie su candidatura a asambleísta por Manabí, auspiciado por el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik.

Nuestro entrañable ‘negro’ Arias debe recuperarse y continuar su cruzada hacia la Asamblea Nacional, para defender los intereses de Manta y Manabí.

Les comparto un texto sobre su figura:

Historia no contada del ‘negro’ Arias

Cuenta la religión católica que uno de los tres reyes magos era negro y se llamaba Baltazar. Los sabios venían de lugares lejanos de Oriente y eran guiados por una estrella al sitio donde había nacido el Dios Salvador, el niño Jesús, hijo de María, la virgen y José, un carpintero. Arribaron a Belén el 6 de enero, un día como hoy.

Hasta allí la historia que todos conocemos. Ahora vamos a desentrañar la historia de un negro que, sin ser mago, es un iluminado; y, sin ser un sabio, se las sabe todas…

El aspirante presidencial de Pachakutik, Yaku Pérez y el candidato para asambleísta de Manabí, por el mismo movimiento político, Víctor Arias Aroca./ FOTO enviada por David Ramírez

Resulta que por esas vainas de la religión, nuestras familias bautizaban a sus hijos de acuerdo al santoral de la iglesia, de tal suerte que a los padres, doña Gladys Aroca, una enfermera que por su voluntariosa entrega era una especie de Madre Teresa; y Guillermo Arias, un profesor de primaria y guitarrista a más no poder, no se les ocurrió mejor cosa que nombrar al negrito que les nació el 6 de enero, de conformidad con lo que manda la sacrosanta Madre Iglesia. Era el Día de Reyes.

El dilema surgió cuando, siendo como sabemos tres los reyes, no cabía ponerle el nombre de los tres; pero, por ese amor que solo los padres pueden explicar, y aun cuando el hijo sea feo -como en este caso-, es el ser más hermoso que la vida puede dar. Así que optaron en primera instancia en llamarlo Baltazar, lo cual no fue bien recibido por el resto de la familia, tan numerosa y dispar como los Buendía.

De tal forma que se armó una especie de referéndum que duró siete días con sus noches, para decidir cómo mismo llamar al negrito que berreaba como un chivo, y no porque no le dieran de mamar, sino porque había nacido con un apetito voraz o quizá con una manía innata de ser el centro de atención.

Cuando al fin se habían barajado una y mil formas de llamarlo, a su abuela se le ocurrió el nombre más simple y tal vez la solución más salomónica a un asunto que tenía alborotado a todo el pueblo. Eso sí, diría la más sabia de la familia, el nombre completo sería una combinación de nombres de sus ancestros más preclaros; y, para no caer en pecado, la constancia de que había nacido en un día santo. Su nombre fue anunciado casi con los mismos honores y protocolos con los que se anuncia un papa: Víctor Wilfrido de los Reyes Arias Aroca.

Hoy, casi seis décadas después, el negrito de entonces es un negro entrado en carnes, orador sin parangón, agudo pensador, escritor de fuste, doctor en leyes; y, en consecuencia, como lo fuera desde su aparición -ángel negro al fin-, un ser que acapara la atención.

Alguna vez el ‘negro’ Arias nos confesó que, de haberse llamado Baltazar Arias, no hubiese dudado en demandar por daños y perjuicios a sus padres y todas las partes que hubiesen estado implicadas en la decisión.

* David Ramírez, periodista manabita residente en Estados Unidos, ejerce como editor de El Diario en Nueva York. 

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